martes, 18 de agosto de 2020

872. DE LA NUEVA NORMALIDAD 16

EN EL PUENTE DE LA TOJA

Una y otra vez la línea purpura de las buganvillas ¡son tan hermosas!, paralela en un trecho  al seto verde, de arizónicas bien recortadas, llevan mis ojos  desde el suelo también verde  donde un bosque de  moreras, encajadas entre las fachadas de los cuatro edificios singulares que hacen del lugar un paraíso veraniego, hasta los eucaliptus, centinelas de la ría  que intentan dar sombra en un paseo solo en apariencia solitario.

Es tanta la atracción del agua que dejo todo para acudir, caminando bajo los altos y estrechos soportales y sobre un suelo de pizarras negras, los no muchos metros que me separan de la calle que, cruzada, roza el agua.

Enseguida estoy en la acera: a mi izquierda la Ría, a mi derecha casas blancas, todas buenas, de frente el paseo que va hasta el puente que une la Toja con O Grove.

Mirando a la Ría, escuchando los pasos de mi bastón y sin ver a nadie, hago despacio el camino que me lleva a la entrada del precioso puente que, sobre la Ria de Arosa, une o quizá separa, la Isla de La Toja del casco urbano de O Grove.

Son cuatrocientos metros los que mide el  puente, una distancia que, pareciendo corta, mi bastón acepta,  pero que, en mi pensamiento es muy, muy larga: es la que separa lo bello de la isla del alboroto  acumulado de un pueblo feo; es lo que aleja la tranquilidad de lo bien hecho de la inquietud que anima el desorden de casas, calles y callejas;  es lo que hay de prosperidad y limpieza en La Toja de un O Grove que ni la lluvia ni el mar han podido alegrar con el paso de los años.

Deshago el camino, me detengo a mitad del puente y,  asomado sobre la barandilla contemplo  el oscurecer que comienza a llenar la Ría, la luz de una farola me deslumbra los ojos, me doy cuenta que estoy pisando grandes  baldosas que guardan infinitos sueños y rezo por las mujeres  y los hombres que, como yo ahora, en sus pasos, tuvieron hermosos sueños.

Luego, sin más pensar, voy por la gran calle hasta los primeros eucaliptus, luego bajo los soportales y  pisando las pizarras  y, ya sin fuerzas, en casa, al calor de los nietos me rindo del todo.

 

(Texto redactado en La Toja, el lunes 10 de agosto de 2020)

 

 

2 comentarios:

Fermín dijo...

Te has levantado inspirado, maestro. Respira paz. Enhorabuena.

laurent dijo...

Que suerte tienes, en el segundo lugar más bello de Galicia (el primero, las rías altas).