sábado, 2 de julio de 2022

1000. DE LA BODA DE CARMEN Y PAQUITO


Ayer, día 1 de julio, viernes, en la Iglesia de San Ignacio de Torrelodones, atestada de testigos, mis sobrinos, Carmen y Paquito, contrajeron matrimonio.

Y, debo decirlo, la boda de Carmen y Paquito ha sido un preciso estallido de amor y luz en los tiempos obscuros que estamos viviendo.

Carmen, morena, reluciente y hermosa, vestida de pasión, fuerte y segura, en el Altar, ante Dios, con el alma abierta, dijo que sí, que era verdad, que más que a nadie ni a nada en el mundo, amaba a Paquito con todo su corazón.

Y Paquito, fuerte, competitivo, y en nada altivo, supo que al fin había vencido y, entre orgulloso y humilde, olvidado de sí mismo, pensando solo en ella, henchido de amor, dijo, gritó, que sería el marido de Carmen y que él, sin ninguna duda, le entregaba a ella su alma y su corazón.

En ese precioso momento, para mí, que los quiero, todo lo importante de este día había terminado. Ya nada tenía importancia, los dos, Paquito y Carmen habían sellado su compromiso, para siempre, de amor y  solo quedaba “la celebración”.

Más tarde, en Prados Moros, la fiesta grande de la boda: primero, la luz del precioso atardecer de Guadarrama hizo justicia a la belleza engalanada de las mujeres, jóvenes hasta las más ancianas,  y los trajes, cuidados y elegantes de los hombres. Más tarde, en el correr de la noche, en una esquina del jardín, cante grande y bailes como en Sevilla, la familia de Paquito, desatada; la de Carmen, por una vez, siendo muchos parecíamos menos, admirada.

Después, durante la cena formal en el comedor inmenso de la finca, no tiene sentido hablar, porque todo fue bueno,  de la cuidada atención de los organizadores de la celebración, ni de las viandas o  las bebidas, tan bien elegidas, lo que parecía imposible, ¡hay milagros!, sucedió: una explosión de alegría llenó el espacio, música, canciones, pañuelos al aire, risas, lágrimas, las palabras de los hermanos, sobre todo de la hermana, de Paquito, la emoción de sus padres y de mi hermana María José, la madre de Carmen, lo que dijeron los novios y, sobrevolando la noche, el amor, regalo de Dios, que vivimos todos.

Hubo más, mucho más, todo bueno, incluido el gran baile, en la celebración de la boda de Carmen y Paquito pero, porque como salvo el amor que ellos viven nada es importante, lo dejamos en el olvido.

Para terminar, decir que estas mis palabras, pobre expresión del cariño que siento hacia Carmen y Paquito, son mi plegaria al Cielo para que la felicidad de hoy les dure, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, para siempre.





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