sábado, 17 de mayo de 2008

161. PARIENTES PRÓXIMOS

Dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, sesenta y cuatro antecesores directos en la sexta y mil ciento cuatro en la décima generación, se convierten en ochocientos cuatro mil setecientos cuarenta y dos en la vigésima de nuestros antecesores.

Si se tiene en cuenta que cada generación cubre más o menos treinta años, hace quinientos años, cuando ya se hablaba en América español, estaban vivos ciento un mil doscientos setenta y dos de nuestros antepasados directos.


Si además se cuentan los tíos y primos que en cada generación hemos tenido, la realidad es que todos los españoles y una inmensa parte de quienes tienen el español por lengua materna, somos ahora parientes próximos.

No es que tenga importancia, pero ¿Quién conoce el nombre de sus bisabuelos o el apellido de alguna de sus tatarabuelas? Les debemos lo más, la vida misma, no sabemos sus nombres y menos aún lo que hicieron en sus vidas y con sus vidas.


Se me ocurre algo que puede ser locura, pero, ¿A quién no le gustaría conocer el nombre de los más de sus ancestros? ¿Hay alguien a quien no le placería saber algo de la vida muchos de ellos?

Pienso que las personas existen mientras alguien las tiene en su recuerdo, por ello, creo que es muy triste que el tiempo lleve a los que son los nuestros fuera de toda memoria.

Por ello, en esta época en la que estamos digitalizando todo, acaso empezando por los registros bautismales, no estaría mal, poco a poco, ir reconstruyendo la historia de las familias, de forma que nuestros nietos puedan tener cada vez más nombres para guardar, rezar y poner incienso, en la casa, traída de oriente, de los propios ancestros que son, más o menos lejanos, los de todos nosotros.

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