miércoles, 13 de agosto de 2008

181, PEKÍN 2008


Las Olimpiadas son para mí el evento más importante de cuantos se celebran en el mundo.

Son la mejor expresión y el símbolo máximo del deseo de triunfo, del valor de la ilusión, del trabajo y del esfuerzo continuado de las personas, jóvenes y menos jóvenes, para ser los mejores, para llegar a lo más alto.

En los Juegos están presentes, junto a los atletas, los millones de hombres y mujeres que luchan cada día, todos los días, en las escuelas, en la universidad, en sus trabajos, para saber más, para poner en práctica sus ideas, para ser más.

Y, vemos también que el juego limpio, el respeto al adversario, la sencillez, la no prepotencia, el saber ganar y el saber perder y, en suma, la humanidad de los atletas son virtudes que multiplican el éxito de los atletas y les convierten en objeto de la admiración y aprecio no solo de quienes participan en los juegos sino del mundo entero.

En las Olimpiadas, vemos también la necesidad del valor añadido que aporta al buen trabajo individual, la cohesión y el buen hacer de los equipos. Vemos lo difícil que es trabajar en equipo y vemos también que si no hay equipo el éxito es inalcanzable.

Sí, los Juegos Olímpicos son la mejor expresión de cuanto yo sueño para el futuro del mundo.
Disfruté mucho, muchísimo, la ceremonia de apertura de los Juegos de Pejín 2008.

Creo que ha sido el espectáculo más hermoso de cuantos he mejor he visto en mi vida. Me alegró muchísimo el éxito de los chinos en la presentación de sus juegos, China demostraba con la inauguración de la olimpiada las mejores cualidades del ser humano: Amor a la propia historia, creatividad, trabajo, esfuerzo continuado, ilusión, sentido de la belleza, deseo de superación, capacidad organizativa, optimización de todos los recursos y voluntad de ser los mejores.
Y esa impresión ha ido creciendo en mí, cada día más, al ver los magníficos estadios, la capacidad de organización y de gestión y el éxito en las pistas de los atletas representantes del pueblo chino.

Durante algunos días he olvidado la presión del partido comunista sobre los ciudadanos chinos, su capitalismo salvaje, el más salvaje del mundo, la represión en el Tibet, el apoyo de Pekín a monstruosos dictadores de África, Asia y América, los salarios de hambre, las malas prácticas comerciales, la prepotencia, el victimismo y la mala educación de los líderes que ejerciendo un predemocrático despotismo ilustrado, dirigen hoy al sufrido, lleno de vida, magnífico, trabajador y, curiosamente satisfecho con su gobierno, pueblo chino.

Ahora me entero de que a la niña que cantaba en la fiesta inaugural la mantuvieron oculta, por fea, mientras el mundo entero escuchaba su hermosísima voz.

Ahora me entero de que los fuegos artificiales magníficos, los chinos en esto también son maestros, que vimos en televisión eran imágenes superpuestas.

¿Hay otras cosas también falsas?

Ahora pienso en el inmenso coste humano y económico de la olimpiada de Pekín 2008 y tengo dudas, ¿Cuánto de malo puede haber oculto en China hoy? ¿No es lo mismo, casi menos malo, mentir al mundo en agosto que haber apoyado, en el abandono y abuso de sus gentes, a los mayores tiranos de Asia en marzo, abril o mayo?

Sigo y seguiré viendo con n ilusión y placer las olimpiadas, sigo pensando en su valor inmenso como muestra y estímulo de la capacidad humana y pido a Dios, y también al Cielo chino, que iluminen las mentes de los líderes chinos para que el éxito de los Juegos de Pekín 2008, oriente sus pensamientos y sus obras en el espíritu que inspira los Juegos Olímpicos.

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