sábado, 21 de mayo de 2011

391. DE LOS RECUERDOS GUARDADOS EN EL OLVIDO: EN EL BED & BREAKFAST DE MR. SIPSOM EN SOUTHPORT


La celebración del 50 Aniversario de la Promoción de 1961 del Colegio de Areneros además de la gran satisfacción que supone para nosotros el reencuentro con compañeros que no nos hemos visto en cincuenta años, nos ha regalado la recuperación de muchos recuerdos que han estado mucho tiempo guardados en el olvido.

De entre los recuerdos que yo personalmente he recuperado se encuentran los del viaje que hicimos mi compañero de promoción, en el colegio y en la universidad, Salvador Monmeneu saliendo de Ely (Cambridgeshire, para ir a Southport (Lancashire),

De este viaje, lo que acaso, visto con los ojos de hoy y con los de entonces más complicado, fue nuestra estancia, un día de agosto de 1965, en el Bed & Beakfast de Mr. Sipsom.

Luego de muchas horas auto stop, con aventuras varias, a las 11 de la noche, llegamos Salva y yo, muy decididos, a la recepción del mejor hotel de la ciudad, el Príncipe de Gales.

El jefe de recepción del hotel, muy amable, nos dijo que a esa hora de la noche era imposible decirnos si había o no trabajo en el hotel, que eso había que verlo por la mañana. Al preguntarle si sabía donde podíamos dormir esa noche nos preguntó si teníamos dinero y cuando le dijimos que poco, llamó por teléfono a alguien, luego supimos que a Mr. Sipsom, y nos dijo que a pocos meros del Hotel había un Bed & Beakfast donde ya nos estaban esperando.

Mr. Sipsom, acompañado de un enorme pastor alemán, cuando llegamos, nos estaba esperando en la puerta de su pensión y muy amablemente nos acompañó a una coqueta sala de estar, nos dio un te con bastantes galletas de mantequilla y estuvo un buen rato hablando muy educadamente con nosotros.

En un momento determinado, Mr. Sipsom nos dijo que ya era hora de dormir porque a la mañana siguiente teníamos que levantarnos muy temprano, antes de que los otros huéspedes bajasen a desayunar y muy decidido, en la misma sala donde estábamos, transformó un sillón en una gran cama de matrimonio, colocó las sábanas y un edredón y le dijo a Salva que ya se podía acostar..

A continuación me dijo a mí que le acompañara y, al final de un pasillo, de un hueco de la pared, sacó una cama pequeña, puso las sábanas, me dijo donde estaba el cuarto de baño y muy amablemente me dejó solo.

No habían pasado tres minutos cuando apareció Salva, con Mr. Sipsom y su enorme perro detrás de él, y me dijo algo así como: “José Luis, este tipo se quiere acostar conmigo”.

Recorrimos varias veces de ida y de vuelta el camino entre la sala y el final del pasillo uno de tras de otro, primero Salva, luego yo, luego Mr. Sipsom y luego el perro, discutiendo quien había de ocupar cada una de las camas.

La verdad es que en aquellos momentos Salva y yo estábamos espantados. ¡Estábamos en casa de un mariconazo de mierda!, como se decía entonces, de un honesto gay como se dice ahora! ¿Podríamos defendernos de un hombre tan grande y de su terrible perro? ¿Tendríamos que dormir, lloviendo como estaba, en algún parque?

Súbitamente, no recuerdo si a Salva o a mí, se nos ocurrió decir a Mr. Sipsom: “Nosotros nos queremos, tenemos que dormir juntos” , pocas veces he visto una cara que reflejara mayor satisfacción que la de nuestro huésped al oír aquello, “yo también, yo también, yo también os quiero, dormiremos los tres en mi cama”, nos dijo.

Al final Mr. Sipsom, ahora lo veo muy claro, con enorme delicadeza, nos dejo su gran cama y él durmió en la camita del hueco del pasillo.

Dormimos, creo que profundamente, con una silla apoyada en la puerta de la sala y una navaja debajo de la almohada hasta que Mr. Sipsom nos despertó para desayunar, muy pronto por la mañana.

El desayuno fue estupendo, la amabilidad de Mr. Sipsom exquisita y, apenas nos cobró nada.

¡Qué cosas pasaban cuando éramos jóvenes! ¿Eran de verdad distintas de las que ahora pasan?

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