viernes, 6 de mayo de 2016

731. DE LA PERVERSIDAD Y DE LOS PERVERSOS



Sumamente malo, que causa daño intencionadamente, es el primer  significado  que da a la palabra  perverso  el Diccionario de la lengua española que, por otra parte, define  perversidad   como  cualidad de perverso.

Con creciente horror, llevo un tiempo tratando de  saber  y  comprender  qué es, por qué existe, cómo se produce,   donde se encuentra y en qué medida está presente en nuestra sociedad  el mal  que genéricamente  llamamos   violencia doméstica y de género o, probablemente con  más precisión,   simplemente maltrato de hombres a mujeres, de mujeres a hombres y el de hombres y mujeres a inocentes niños.

Pues bien, de lo mucho malo que he encontrado, de las palizas y de las humillaciones, del miedo constante, de la repetición  del ciclo  del maltrato (tensión, explosión, arrepentimiento, más tensión, explosión, más maltrato, etc.), hay algo que  todo lo supera con creces, que incluso me hace creer en la   presencia real de  demonios que se encarnan en el cuerpo de seres humanos. Me refiero a  la existencia, más que frecuente, de hombres y mujeres perversos  que,  escondidos en la aparente debilidad de la vejez, gozan en la perversidad.

Esos, esos hombres y mujeres  perversas, frías y malvadas, cuando realmente lo son, no actúan de forma ostensible, lo hacen mediante alusiones, insinuaciones, leves sarcasmos, quejas con aparente causa, mentiras y medias verdades, reproches  sugeridos, burlas,  pequeños toques desestabilizadores, amenazas veladas y finas humillaciones; y lo hacen mediante hábil manipulación,  con aparente bondad,   simulando  afecto y siempre sobre sus  hijas y sus  hijos, en especial sobre quiénes  más  se esfuerzan en  el cuidado y procuran el bienestar del hombre malvado  o de la mujer  perversa.

El hombre, la mujer perversa, aunque sea anciana y  esté enferma,  es muy fuerte,  es fría, no sufre y solo está fingiendo cuando, llorando, se queja  porque a  ella, que tanto ha hecho, ahora que es  vieja, pobre y desvalida,  la dejan sola,  no la atienden y no es querida.

La perversa, el perverso, disfruta el sufrimiento de los demás y goza al provocarlo, sus ojos  brillan con  alegría cada vez que percibe el  dolor del otro al recibir el daño. Y, nunca se arrepiente de sus actos, cuando parece hacerlo es falsedad, es una táctica para reforzar su posición de fuerza y  seguir  siendo, cada vez más perversa.

La víctima, las victimas porque son simultánea o sucesivamente todos los miembros de la familia que la cuidan,  se preocupan, creen que siendo buenos, amables y comprensivos, pueden cambiarla, pero se equivocan, no consiguen nada, ella es perversa, ella no es humana, es un demonio en el cuerpo de un hombre o una  mujer que carece de  alma.

Cuidar al perverso o a la perversa  es inútil, la amabilidad y el afecto  no valen  para nada, cuanto mejor se la trata  ella se hace más y más dura y  malvada.

Cuando tienes cerca la perversidad no se debe olvidar  que el ser  perverso no sufre, no siente culpa, no se arrepiente, su propósito y su  meta  es  hacer daño, destruir y gozar el mal del otro.

Las víctimas, el hijo, las hijas, sufren hasta extremos infinitos, no entienden tanta maldad, les duele el desamor, sienten  angustia por  “no querer a su madre”,   no pueden  comprender y  menos aún asumir, la maldad del padre o la madre que son perversos.

Y, ahora que  he explicado lo que es la perversidad y el comportamiento de los perversos, estoy seguro de que cualquier persona que lea esto, sin pensar demasiado, puede darse cuenta que ha conocido e incluso ha convivido y sufrido de cerca la maldad de tener cerca a un o una perversa…

Para terminar, un consejo: La única forma de afrontar con alguna posibilidad de éxito, la cercanía de un o una perversa, es  no creer lo que dicen, incluso aunque sea en parte cierto,  es hacerle frente, negarle  la razón, rechazar abiertamente sus insinuaciones, acusarle de malicia, no hacer caso de sus quejas, no aceptar su aparente dolor ni su siempre fingido  arrepentimiento y, tanto como sea posible, alejarse de ellos, dejarles solos, mostrarles su debilidad, su vejez y su maldad, en suma, ser tan duros con ellos que tengan que esconder su perversidad, nunca la pierden, para  lograr que alguien esté un rato y nunca largo con ellos.

Me dirán que es cruel, que es inhumano hacer lo que digo, pero si una persona quiere, porque es un padre o es su madre, a un perverso, la única solución que existe para no ser del todo dañado o  destruido,   es hacerle frente como antes he explicado,  y puede que así, hasta es posible, que su padre o su madre, parezca  que casi no es  perverso.


Nota:

Me dirán: ¿Por qué José Luis, ahora te ocupas de un tema tan desagradable?

La razón  es sencilla, para soportarlo, necesito compartir  la espantosa  realidad que, al indagar para escribir una nueva novela,  estoy  descubriendo sobre el maltrato, ese terrible mal que viene de lejos y  produce estragos en la sociedad de nuestro tiempo.


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