viernes, 10 de mayo de 2019

800. DE LA VIDA Y DE LA MUERTE


Hay días, semanas  quizá, en que no una sino varias veces  tropiezas con  la muerte y el daño duele.

Entre la tarde del  lunes y la noche de hoy, viernes, he escuchado las palabras de dolor de una mujer sintiendo marchar ante sus ojos  la vida de su hijo; he visto a un hombre, en un mar  de lágrimas, mirando sin ver a su mujer  próxima ya del todo a la muerte; y he sentido en mis manos el cuerpo vivo de otra mujer, ¡pobre!,  que hoy ha perdido a su marido.

Sí, es muy duro tropezar y volver a tropezar con la muerte y hoy, esta noche,  siento  que he vuelto a ese mar, mi mar,  de niebla entre blanca y luminosa, en el que tantas veces entro y  me muevo  seguro del brazo de mis propios muertos. Pero hoy no importa, siento que, porque triste y cansino,  he recorrido antes el mismo  camino,  en esta semana y hoy, para un hombre y dos mujeres  he sido signo y  señal  de por donde hay una  senda por la que  podemos caminar  los  que nos sabemos  perdidos.

Y sí, tienes que gritar, porque es verdad, para ayudarlos, que hay que estar contentos por lo que hemos tenido…y volver a gritarlo  y gritarlo de nuevo, para volver a creerlo, cuando regresa  el eco de las propias palabras.

Pero, al final, en la noche de este viernes, a solas con mi mujer, hablamos de lo que nos importa, sonreímos y, como siempre, nos alegramos por la fortuna que hemos tenido al haber nacido, habernos encontrado y habernos querido. 

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