miércoles, 9 de junio de 2021

954. DE LA NUEVA NORMALIDAD 98

  

  

DE TODO Y POR SU ORDEN 

 

En estos tiempos convulsos unos días en el silencio de Extremadura ayudan a pensar y a poner un poco de orden en el cúmulo de temas, todos mezclados, que, sin poderlo remediar, agitan mi mente y me impiden descansar.

Los problemas con Marruecos y sus niños sin futuro, los indultos de los separatistas catalanes, los cambios en derechos fundamentales, el distanciamiento de los Estados Unidos, la incertidumbre de la gestión de la pandemia y la apertura de las fronteras; las dificultades en la exportación, el declive de la economía, la desunión entre los españoles y la progresiva deriva populista en América, son algunas, no todas, de las cuestiones en que mí cabeza, articulada en esquemas y valores del Siglo XX, se han mezclado en una tormenta imposible de entender y, menos todavía de soportar.

No puedo con todo al mismo tiempo, me digo; habría que tratar los problemas, como las patatas calientes, uno por uno: lo de Marruecos es la  mezcla  explosiva del interés de ese país por conseguir la soberanía del Sahara, la oportunidad de dar ilusión a sus niños más pobres y la debilidad del gobierno de España; lo de los indultos, aunque la mayor parte de los españoles esté en desacuerdo,  es parte del precio del doctor Sánchez para seguir en el gobierno o, acaso, su intento para entrar en la Historia como el Pacificador o, quizá, como el Destructor, de España; los cambios en la legislación (la presunción de inocencia), una pequeña cesión a las “locas” feministas de Podemos; el distanciamiento de Estados Unidos, a fin de cuentas tampoco importa, los que dentro de poco van a mandar son los chinos; que la gestión de lo que queda de pandemia, las vacunas o la apertura de fronteras, no tiene importancia, si vienen turistas que gasten, ¡la gente cuando le aprieta el zapato, encuentra soluciones!; que no se vendan fragatas ni a Grecia ni a ninguna parte, bueno, es que “los extranjeros no saben, ellos se lo pierden”; que los españoles están desunidos, bueno, somos como somos y al doctor Sánchez le viene bien; que el populismo bolivariano  crece en América, ¡la derecha es tan mala, que es natural!, y si nuestras grandes empresas tienen problemas, pues mejor, con las ayudas de Europa se nacionalizan y, ¡ya está!

Pero no, todo lo anterior son síntomas, quizá problemas puntuales, que, aunque fuera posible resolverlos uno a uno, inmediatamente de conseguirlo, daríaan paso a otros nuevos, y acaso mayores. Quizá, para salir del caos, fuera mejor olvidar los detalles y centrar el esfuerzo en descubrir las causas, la causa profunda, en la que están las raíces del árbol, frondoso, de nuestras desgracias.

E, inmediatamente, para centrarme, me vienen a la memoria los éxitos o los desastres de los hombres que, con Carlos III iluminaron, por última vez, las Españas; Joaquín Costa y los regeneracionistas, que vivieron en sus almas el final del Imperio; los intelectuales que, para renovar España, trajeron la II República; y los que, con el Rey Don Juan Carlos I, con la transición, hicieron la paz, modernizaron e hicieron tan magnífica nuestra actual España.

Y, pienso, todos aquellos hombres, aunque separados en el tiempo, tenían algo en común: una meta y un proyecto para transformar a mejor España. Y, ¿por qué unos, los regeneracionistas y los republicanos no tuvieron éxito mientras que los ilustrados de Carlos III y los que hicieron la transición sí lo tuvieron? Una meta y un proyecto, aunque necesarios no son suficiente, hacía falta algo más: un gran pacto de grandes líderes que, siendo ilusionante, arrastrase a la sociedad: en el Siglo XVIII el propio Rey Carlos, con el Conde de Aranda, Floridablanca y los ilustrados; en el Siglo XX, el Rey Juan Carlos, Suarez, Carrillo, Felipe y los grandes de la transición; en los dos casos, los españoles, con sus líderes al frente encontraron, a pesar de las dificultades, la solución de los grandes problemas y, para muchos años, tiempos de ilusión, progreso, paz y prosperidad.

Y, ¿ahora qué? Resolver los muchos y graves problemas que nos aquejan, para el doctor Sánchez es imposible; aunque él fuera un semidios y sus ideas, sus metas y sus proyectos pudieran ser “la solución”, le falta el apoyo consensuado de los españoles. Está claro, al igual que el que también fue presidente del gobierno, Arias Navarro, ¿alguien lo recuerda?, el doctor Sánchez hoy es el “gran problema” y no el hombre para una nueva transición.

No, los problemas que hay que solucionar no son los muy graves que cada día afloran en nuestra realidad cotidiana y en los medios de comunicación, no son Marruecos, Estados Unidos, ni siquiera la pandemia; lo que hay que resolver,  es el de tener en el gobierno al doctor Sánchez y su progresivo caminar hacia el absurdo de su propia destrucción. Bien es verdad que acaso los españoles no necesitemos hacer nada especial para echar del Palacio de la Moncloa a su actual ocupante, probablemente, como buen Narciso, de un día para otro desaparecerá solo; y sin él, con la experiencia ganada por todos en estos años, estoy seguro que, enseguida, con el acuerdo de la mayoría, los problemas actuales, resueltos uno por uno, como las patatas calientes, quedarán en el olvido.

Ah, olvidaba lo más importante de mis días en Extremadura: en la Iglesia del Monasterio de Yuste, el día del Corpus Christi se celebra una preciosa Misa cantada, es tan hermosa que nadie, ni el mayor de los ateos, si tiene ocasión, puede dejar de asistir y disfrutar.


 

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