domingo, 26 de diciembre de 2021

976. EN RECUERDO DE LA TÍA CARMEN

 

 

Hoy, 26 de diciembre, me he levantado pensando, con no poca añoranza, en la tía Carmen, la hermana mayor de la madre de mi mujer;  hoy es el día de su cumpleaños, más de cien, no recuerdo cuantos, y mis ojos y mi alma se han llenado con  su presencia y la fuerza de su corazón lleno de amor.

La tía Carmen, una mujer capaz, recta y bien formada, miembro desde joven, de la IT,  la Institución Teresiana fundada en los años 20 del siglo pasado por el Padre  Poveda, fue una mujer con dos grandes pasiones: el amor a Dios al servicio de los demás, y su familia; y esto lo escribo ahora, porque lo obvio muchas veces es lo primero que olvidamos, y porque, quizá, es lo que explica el valor de una valiosa tradición familiar que, los años, el devenir de la vida y la muerte de los mayores, hoy, con gran tristeza,  no podemos celebrar.

Hace treinta y cinco años, quizá más, luego de haber realizado una intensa y valiosa misión social y apostólica en Portugal, la tía Carmen volvió a España para seguir aquí ayudando a los demás a ser mejores, y con cerca de sesenta años, no solo opositó y ganó una cátedra de Lengua Española que desempeñó hasta su jubilación, sino que, además, emprendió otra muy difícil tarea, mantener unida a su familia.

Así, la tía Carmen, desplegando todas sus habilidades y todo su cariño, poco a poco, en silencio y derrochando amor, se fue ganando las voluntades de los hijos y especialmente de los nietos, entonces muy jóvenes, de sus hermanas. Y, cuando hubo conseguido “la fuerza” suficiente, no fue fácil, dio un segundo paso: comenzó a reunir, cada 26 de diciembre, para celebrar el día de su cumpleaños, a toda la familia, a sus hermanas, sobrinos y nietos, en una comida, casi siempre,  en un buen hotel de la calle Zurbano.

Aquellas comidas, lo sé bien, contribuyeron con éxito a mantener la relación y la unidad en una familia en la que son frecuentes “las ideas propias” y los  “caracteres fuertes”.

Cuando, ya mayor, murió la tía Carmen, durante dos o tres años, sus hermanas mantuvieron la celebración   y luego, tras el fallecimiento de mi suegra, la tía Chelo, mujer de inmensa bondad, asombrosamente,  para bien, normalmente en tiempo de Navidad, una vez al año, consiguió  seguir reuniendo en una  estupenda cena, en recuerdo de sus hermanas, a toda la familia.

Y hoy, con profunda nostalgia, lamento que el fallecimiento de la tía Chelo, la pandemia y, sobre todo, el devenir de la vida, haya terminado con la tradición que era, en la familia de Cristina, de mi mujer, celebrar el cumpleaños de la tía Carmen y con ello, debilitado lo que era su principal propósito, mantener unida a la familia.

¿Podría, cuando termina la pandemia, volver a celebrarse el cumpleaños de la tía Carmen? Así lo deseo,  y espero que, porque ella fue santa,  haga ese precioso milagro desde el cielo.

En todo caso, y como siempre, hoy, en tu día,  tía Carmen, te deseo un muy feliz cumpleaños.



No hay comentarios: