miércoles, 3 de agosto de 2022

1.002 COSAS DE VIEJO: DE LOS SUSTOS Y ESAS COSAS


Los males, cuando eres viejo, son tan frecuentes que debería estar acostumbrado, sin embargo, convertidos en sustos, muchas veces no dejan de sorprenderme.

Y hoy, sin referirme, a las mil ocurrencias, casi todas malas, de los narcisos que nos gobiernan, contaré el sucedido que me ha ocupado en estos días tórridos del verano de este año.

Por la mañana, antes de que el calor lo llenase todo, muy decidido, después de ducharme, bien vestido, en la cabeza el panamá y el bastón en la mano, abriendo, para salir, la puerta de casa, el cuerpo me advirtió que antes de hacerlo era obligada una visita urgente al cuarto de baño.

Y nada, nada de nada. Sólo un malestar creciente, sudores fríos y un susto. Un rato de espera y nada, nada de nada.

Algo aturdido, salí del cuarto de baño y, en lugar de pensar en salir de casa, me encaminé derecho al refugio que es mi sillón de viejo.

No llegué a sentarme, casi corriendo, por si caso, hube de volver a bajarme los pantalones. Y nada, nada de nada, bueno sí, ese nada era que me acompañaba otra gotera, nueva y muy mala.

Y, ¡menos mal!, esta vez pude llegar hasta el sillón; ¡qué descanso!, a pensar: a mi mujer le pasaba, por las noches tomaba unos polvos que dejaban el vaso manchado, me parece, de amarillo; y a mi suegro también le pasaba; ¿o no será algo mucho peor, no será una obstrucción como la que llevó, para estar una larga temporada, a mi padre, en el hospital?

No fue larga la reflexión, otra urgencia, por tremenda, ¡ahora sí!, me hizo correr. Pero no, todo lo malo tiende a empeorar, y a la imposibilidad de descomer se había añadido la de desbeber.

Y sentado mirando con pena mis pantalones apoyados en el suelo, no pude, casi llorando, dejar de pensar: ¡me van a matar mis hijas! ¡ponerme malo cuando ellas no están! ¿y si tengo que ir al hospital? No pasa nada, me dije, si esto sigue llamaré a mi hermana que, seguro, lo va a solucionar; pero no hace falta, lo sé, lo que hay que hacer, es caminar.

Un paseo por la casa, otro aviso, ¡tengo la tripa dura! ¡qué barbaridad! ¿será la obstrucción intestinal?

Esta vez me senté con tranquilidad, ahora con el lapicero en la mano, haciendo el sudoku, a esperar. Como no era fácil, cuando solo faltaban pocos números y estaba a punto de terminar, otro susto: tenía los pies y las piernas dormidas, ¡solo faltaba esto, debe ser vascular!  ¿me podré levantar?

Y sí, como pude, poco a poco, olvidado el imposible descomer, me levanté y pude caminar. Esta vez hasta la cama, no hacía mucho calor en el cuarto, a esperar.

No se cuanto tiempo pasé, muy quieto, en la cama dormitando, hasta que sonó el teléfono, era mi hermana. Le conté, atenuado, lo que me pasaba, ella, tan eficiente, me dijo el remedio: como no tienes otra cosa, un poco de aceite y agua templada, y si no te hace efecto, me llamas.

Y, ¡que cosas!, fui a la cocina, dos cucharadas de aceite y el vaso de agua; mano de santol, al poco rato, volví al cuarto de baño y todo bien, como si no me hubiera pasado nada.

Evidentemente este sucedido, ahora me lo padece, tiene su gracia, pero debo decir, con tristeza, que, acaso porque soy viejo, hay muchas, demasiadas, cosas sin importancia que, dándome sustos, vienen,  toman mis manos y me acompañan.




No hay comentarios: