sábado, 30 de noviembre de 2024

1164. COSAS DE VIEJO: DE LA LEALTAD


Desde que ayer escuché al señor Rodríguez, peor presidente del Gobierno del Reino de España después del doctor Sánchez, pedir a los socialistas ¡lealtad! al PSOE, creo que no he dejado, ni dormido, de pensar en la increíble tragicomedia que, protagonizada por su cúpula, el partido de Largo Caballero, el Lenin español, nos está regalando  a los españoles.

Y, empezando por el principio, cuando el señor Rodríguez aún no había  terminado su, bastante cursi, elocución, saltaron ante mis ojos las presencias, ¡sublimes!, de Guzmán el Bueno y Bellido Dolfos, el primero por su admirable lealtad y el segundo por su muy dura mezcla de traición al Rey y lealtad a su Señora.

Más tarde, y en ese momento con no poca empatía e inmenso dolor, he recordado a las familias que, haciendo uso de la lealtad familiar, ocultando los hechos, obvian el dolor de las víctimas y salvan su “honor”, y de paso, al familiar delincuente, maltratador o pederasta, de persecuciones legales.

Y, porque el pensamiento vuela, enseguida vi lo obvio: en la vida, una  base importante  de la convivencia es la lealtad, vivir en ella es lo normal, y solo cuando para mantenerla es preciso pagar un  precio alto, cada uno tiene el suyo, aparece la deslealtad.

Ahora, para estar seguro, he vuelto a escuchar al señor Rodríguez pidiendo apoyo sin límite, ¡lealtad! a fin de cuentas, al PSOE y, está muy claro, a su jefe, todopoderoso capo bañado en corrupción, el doctor Sánchez.

Y, me he hecho dos preguntas. La primera: ¿Cuán grande es el miedo de los dirigentes del PSOE para que tengan que reclamar a los suyos, en público y  seguro en privado, ese bien tan normal, la lealtad, que solo se exige cuando se está a punto de perder? Y, la segunda: ¿Cómo lo estarán pasando en estos días los miembros del PSOE, muchos “personas normales”, cuando los líderes de su partido les están exigiendo lealtad absoluta, y tienen, irremediablemente, que elegir entre mantenerse leales, arriesgándose a pagar a no muy largo plazo, un precio que puede ser para cada uno fatal; o ser desleal y pagar, inmediatamente, otro precio, que puede ser, para cada uno, también  fatal?

¡Qué malo debe ser es eso  de pedir  lealtad! ¡Y cuán peor debe ser  tener que decidir entre mantenerse uno leal o ser desleal!

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