lunes, 7 de abril de 2025

1139. COSAS DE VIEJO: DE LAS MINUCIAS


La llegada del sol de primavera se ha llevado la nube de pensamientos grises en que me habían sumido las lluvias del final del invierno y, con alegría, siento que se ha disuelto mi “noche obscura del alma” y que  las minucias de la vida han vuelto a cobrar su real e inmensa importancia.

Los viejos, que estamos alejados de ese gran bien, el trabajo, que llenó muchos años nuestro tiempo y nuestra vida, de pronto nos damos cuenta de que ahora son las pequeñas cosas, las minucias, lo que importa y ocupa la inevitable rutina de nuestro día; los grandes temas, la filosofía, la historia, la política, la economía, la guerra incluso, aunque envuelven el devenir de la vida, no son los que priman en nuestro pensamiento ni hacen feliz o infeliz el día.

Sí, me refiero a esas minucias normales, a  pensar si hace calor o frío, si hay que hacer la cama, en qué poner de comida, en la merienda para los nietos; o en  ir a la compra, beber agua, tomar las medicinas, recordar a tu mujer, hacer un solitario, cargar la batería del teléfono, leer un rato, poner derecho otra vez el mismo cuadro, llamar a los hijos o hablar con tus hermanos.

Y a las imprevistas, esas que trastornan y enriquecen la rutina, como las de estos días: que se escapa agua del lavaplatos, que es por un ratón que se ha comido un tubo, ¡ya lo he cazado!, que parece lo han arreglado; que pasados tres días, reaparece el agua; los ratones, ¡deben ser varios!,  han encontrado un lugar de su agrado; ¡mi mujer no entraría en la cocina!,  se lo cuento a mis vecinas, ¡se llenan de espanto!

En la cocina, sentado  en una silla, mientras pienso, me llegan las malas noticias que anuncia la radio: la caída de la bolsa, los aranceles, ¿será la ruina?; de nuevo escucho, o me parece que escucho, otra vez, ruiditos  bajo el lavaplatos; vuelvo a lo importante, al gran problema, ¡y decido!: llamaré al experto en roedores, lo hago; dice que vendrá pronto. Y, ya tranquilo, dejo en paz a los ratones, salgo de la cocina y me olvido.

Y ahora, mientras escribo, doy gracias y me alegra pensar que soy muy afortunado, mi día a día de viejo está lleno de minucias que, rompiendo la rutina, me recuerdan lo importante, lo normal de la vida,  y  me alegran el alma.