miércoles, 30 de abril de 2025

1142. COSAS DE VIEJO: DEL INCOMBUSTIBLE DOCTOR SÁNCHEZ

 

Tengo que reconocerlo, en el cúmulo de acontecimientos, desde los aranceles del presidente norteamericano, la celebración de la Semana Santa, la muerte del Papa Francisco, el apagón del lunes y lo que pueda pasar hoy, aunque parezca baladí, lo que más me impresiona es la figura incombustible del doctor Sánchez, el  ínclito gobernante del Reino de España.

Sí, su inteligencia, su ambición, su habilidad para adaptarse a las circunstancias, su capacidad para sumar voluntades, rehacerse en la adversidad, destruir al enemigo, hacer maldades y permanecer en el poder, me causan admiración y asombro, tanto que he llegado a pensar que es un caso único que puede entrar en la Historia  de España.

Al pensar en ello, ¡qué extraña es la memoria!, reaparecen en mi pensamiento las magníficas páginas que mi amigo Luis Fernando Suarez de Lezo Cruz Conde escribió para su novela, no la pudo terminar, sobre don Álvaro de Luna, el poderosísimo Condestable en la convulsa Castilla del siglo XV.

Y, enseguida, ¡menos mal!, me doy cuenta de que el doctor Sánchez, a pesar de sus muchas capacidades y sus no pocas maldades, aunque lo pueda parecer, quizá porque no tiene en la familia un Papa, nunca podrá alcanzar el poder que tuvo y mantuvo durante muchos años, el realmente incombustible don Álvaro el Luna y respiro, ¡detesto la sangre!, salvo que, como el Condestable, muera decapitado, el doctor Sánchez no entrará en la Historia.

martes, 22 de abril de 2025

1141. UNA REFLEXIÓN DEL MAESTRO JUAN FRANCISCO SAN ANDRÉS


Todavía en la resaca de la Semana Santa, del todo abrumado  y  tratando de comprender y asimilar la vida y la obra del Papa Francisco, encuentro en Linkedin un breve artículo del gran sicólogo que es el maestro don Juan Francisco San Andrés y, luego de leerlo varias veces, no me resisto a reproducirlo en este blog.

Dice así:

“El experimento denominado Universe 25 descrito en el post adjunto por Alvin Foo, es extremadamente aleccionador para los humanos.

A una colonia de hasta 600 roedores, nacida de 4 parejas iniciales, le dieron toda la comida, agua y espacio que necesitaban, ya no tenían que buscar comida ni luchar por la supervivencia. Los patrones de apareamiento se habían trastocado por completo, aparecieron "matones", apareció una casta de ratones llamados " hermosos" y otra de hembras aisladas.

En un ambiente de amenaza las hembras no cuidaban a las pocas crías que tenían y pronto la natalidad casi desapareció. Las conductas homosexuales se multiplicaron y la colonia se abocaba rápidamente a la extinción.

El experimento se repitió muchas veces, con los mismos resultados.

Cada cuál extraerá sus conclusiones, pero yo no puedo dejar de pensar lo que siempre he pensado: si se implanta una Renta Básica Universal, si no hay que ir a trabajar porque la IA y los robots lo hacen por nosotros (y también cotizan por nosotros), si el control de la población por medio del control de las redes y del dinero electrónico es absoluto, ¿qué será de los seres humanos sin un propósito?

Si se piensa en serio y sin prejuicios se verá que no estamos tan lejos de este escenario".

sábado, 12 de abril de 2025

1140. COSAS DE VIEJO: DE PASAR DE LA SARTÉN AL FUEGO

 

Dejando por un rato. ¡no puedo más!, la dura tarea de vigilar la posible aparición de los ratones, para descansar, salgo de la sartén que es mi cocina para sentarme y pensar en el fuego que es el caos de los aranceles, recíprocos y no recíprocos, del presidente Trump, de la Unión Europea, de los chinos y hasta  de la isla de los pingüinos.

Y, con la escasa serenidad que produce estar sentado sobre el fuego, pensando resignado en que por mí mismo no puedo resolver el  gran problema, de pronto lo veo como si fuera un jeroglífico complicado o, acaso mejor, el comienzo de una novela; y, con una mezcla de temor y entusiasmo, me digo: si ya ha aparecido la primera luz, solo tengo que trabajar en las ideas fuerza, en el argumento, en los personajes, en las primeras páginas, en las historias secundarias y en el final, sobre todo en el final.

Me sobresalto, ¿habrán salido los ratones?, trabajosamente me pongo en pie, y voy a la cocina, la recorro entera con la mirada, todo parece normal y, ¡menos mal!, no se escucha el correr de los roedores. Regreso al ordenador, miro la pantalla, me espanto, ¡he perdido la idea!, tengo que volver a empezar.

Sí, el marco será el caos, pero ¿qué caos? ¿El que con y sin aranceles vivimos  en España, el de una Europa desunida, el de las pateras y los cayucos, el de los hispanos sin destino, el de los americanos o el de los chinos?

Sin tener una respuesta, se me ocurre una historia de amor; una historia de amor y, es imprescindible, desamor; de amor  verdadero, ese que es vivir un sueño, con alegría y sacrificio, intenso, quizá enfermizo, envuelto en dudas, y del todo apasionado. Sí, podría ser eso, pero ha de ser también de lucha por el poder, de ambición, acaso de corrupción y ansia de dinero; ha de tener lujuria, algo de maldad y ¿qué más? Aquí me detengo, me doy cuenta, no tengo nada, y he de volver atrás.   

Siento que el fuego  me esté quemando y, ¡menos mal!, pienso en los ratones y vuelvo a la cocina, de nuevo a vigilar.

lunes, 7 de abril de 2025

1139. COSAS DE VIEJO: DE LAS MINUCIAS


La llegada del sol de primavera se ha llevado la nube de pensamientos grises en que me habían sumido las lluvias del final del invierno y, con alegría, siento que se ha disuelto mi “noche obscura del alma” y que  las minucias de la vida han vuelto a cobrar su real e inmensa importancia.

Los viejos, que estamos alejados de ese gran bien, el trabajo, que llenó muchos años nuestro tiempo y nuestra vida, de pronto nos damos cuenta de que ahora son las pequeñas cosas, las minucias, lo que importa y ocupa la inevitable rutina de nuestro día; los grandes temas, la filosofía, la historia, la política, la economía, la guerra incluso, aunque envuelven el devenir de la vida, no son los que priman en nuestro pensamiento ni hacen feliz o infeliz el día.

Sí, me refiero a esas minucias normales, a  pensar si hace calor o frío, si hay que hacer la cama, en qué poner de comida, en la merienda para los nietos; o en  ir a la compra, beber agua, tomar las medicinas, recordar a tu mujer, hacer un solitario, cargar la batería del teléfono, leer un rato, poner derecho otra vez el mismo cuadro, llamar a los hijos o hablar con tus hermanos.

Y a las imprevistas, esas que trastornan y enriquecen la rutina, como las de estos días: que se escapa agua del lavaplatos, que es por un ratón que se ha comido un tubo, ¡ya lo he cazado!, que parece lo han arreglado; que pasados tres días, reaparece el agua; los ratones, ¡deben ser varios!,  han encontrado un lugar de su agrado; ¡mi mujer no entraría en la cocina!,  se lo cuento a mis vecinas, ¡se llenan de espanto!

En la cocina, sentado  en una silla, mientras pienso, me llegan las malas noticias que anuncia la radio: la caída de la bolsa, los aranceles, ¿será la ruina?; de nuevo escucho, o me parece que escucho, otra vez, ruiditos  bajo el lavaplatos; vuelvo a lo importante, al gran problema, ¡y decido!: llamaré al experto en roedores, lo hago; dice que vendrá pronto. Y, ya tranquilo, dejo en paz a los ratones, salgo de la cocina y me olvido.

Y ahora, mientras escribo, doy gracias y me alegra pensar que soy muy afortunado, mi día a día de viejo está lleno de minucias que, rompiendo la rutina, me recuerdan lo importante, lo normal de la vida,  y  me alegran el alma.