Para empezar esta entrada, una historia del pasado lejano:
Al final de los años setenta, cuando otra la crisis golpeaba España, en medio de atentados terroristas, con un crecimiento imparable del desempleo, permanentes huelgas y algaradas en las calles, en medio de una enorme preocupación en la sociedad, una mañana de invierno, mi jefe de entonces, entró en mi despacho, se sentó tranquilo y luego de hablar de cosas que no recuerdo, me preguntó “José Luís, ¿Recuerdas cuánto es el coste de cierre de la empresa?”
Aún recuerdo mi asombro ante la pregunta. Jamás se me había pasado por la imaginación tener, en la cabeza o, al menos calculado, el coste de cerrar una empresa que, por entonces era muy importante en España tanto por su plantilla como por su volumen de facturación. “No, no recuerdo el coste de cierre”, le contesté, y añadí, ¿Te corre prisa?.
El director norteamericano, que me conocía bien, me dijo algo sobre mi aversión a recordar los números, pero, me recordó que estos datos convenía tenerlos a mano porque en un momento determinado, si hubiera que cerrar una delegación, una fábrica o la empresa entera era necesario saber los costes y, añadió, “seguro que sí tienes claro, si llegase la situación, qué haríamos con la gente”. A esto le respondí, mientras pensaba muy deprisa, “Sí, eso lo tengo muy claro”.
Recuerdo que cuando terminé de calcular, con la ayuda de quién en la empresa sabía manejar los números, una tarde, incidentalmente, al final de una reunión, dije a mi jefe, “por cierto, el coste de cierre es de tanto ¿Quieres que te pase un papel?. “No, no me hace falta, es suficiente con que tener el número en la cabeza” , me respondió.
Desde entonces siempre he tenido claro que es importante, por si fuera necesario, conocer el coste de cierre de la empresa.
Y, ahora, una historia de esta semana:
Un buen amigo, empresario serio, creativo, trabajador, respetuoso con la ley y líder muy apreciado tanto por su equipo humano como por cuantas personas le conocen, extremadamente preocupado por cómo está evolucionando la situación en España, me decía que él espera que la crisis, entre todos, consigamos salvarla, pero que para el caso de que no fuera así, para el caso de que el desempleo se hiciera imposible de soportar, para el caso de que los desórdenes públicos hicieran peligrar la vida de las personas y que convivencia entre unos y otros se hiciera imposible, estaba pensando en un plan de contingencia.
Al despedirnos, mi buen amigo, mientras me daba la mano con cariñosa firmeza, me dijo, algo así como: “No corre prisa, pero creo que tenemos que hablar un buen rato sobre el cómo abrir y cerrar, con decencia, las empresas”
1 comentario:
Hola Jose Luis!
Es un poco desolador este texto cuando piensas crear una empresa. Tus clases fueron todo lo contrario.
Muchas gracias por tu consejo de cuidar a la gente y el ejemplo que dabas continuamente.
Hasta pronto,
María Asperilla
(www.lasparedeshablan.net)
curso DIMAD_
Publicar un comentario