sábado, 1 de agosto de 2009

274.HAY QUE CUMPLIR RIGUROSAMENTE EL HORARIO DE TRABAJO, DICEN

Parto de una premisa: Para mantenerse y progresar en cualquier puesto de trabajo es imprescindible trabajar mucho y bien. Es decir, pienso que en la mayor parte de las posiciones que cualquier persona pueda ocupar en una organización seria y más aún si se trata de un profesional independiente, ocho horas diarias o cuarenta horas semanales normalmente son por completo insuficientes.


Sin embargo, pienso también que obligar a las personas a cumplir horarios rígidos, salvo que ello sea imprescindible por la organización del trabajo o cause distorsiones o incomodidades serias a otras personas, es un error que suele tener consecuencias poco deseables.


En primer lugar, si se obliga a las personas a cumplir un horario porque lo dice la norma o porque al jefe le gusta, es casi un axioma que, antes o después, los empleados en el momento que llega la hora establecida para salir cierren el ordenador, se atusen un poco y corran tan rápido como puedan camino de la salida, sin que les importe nada, incluso importándoles, el trabajo que dejan atrás.

Me
dirán que en esta época en la que existe un miedo casi cerval al despido la gente alarga las jornadas, tenga o no tenga trabajo, para aparentar que lo tienen y mostrar su vinculación a la empresa. Esto es cierto, pero también es cierto que un jefe normal sabe lo aporta cada uno de sus colaboradores y el hecho de estar en el puesto de trabajo o marcharse a casa a una hora razonable no siempre es garantía de nada.


Mi experiencia personal es que hay personas búhos y personas alondras, que hay quien gusta madrugar y quien prefiere trabajar hasta entrada la noche y, si se puede hacer, hay que facilitar a las personas el que adapten sus horarios a sus ritmos vitales.


Y, ¡El reloj!, ¡El control de presencia! ¡Cumplir el horario!...., desde mi punto de vista es una soberana tontería: Para saber quien trabaja mucho y quien trabaja poco, quien trabaja bien y quien lo hace mal, quien aporta valor y quien no se gana el sueldo, no hace falta ni firmar como en tiempos, fichar como hasta hace bien poco o marcar un código, como ahora, salvo por seguridad, para entrar en la empresa.


Alguien me podría preguntar la razón por la que hoy escribo sobre un tema que solo era actual hace bastantes años, tantos que lo había eliminado, por estúpido, de mi memoria. Y, sin embargo, lamentablemente, tengo varios motivos, que hace casi una obligación, para escribir sobre el cumplimiento del horario.


Me paso el día diciendo que hay que trabajar mucho y bien, que la supervivencia de las organizaciones y el progreso de las personas depende de la entrega y del buen hacer de quienes trabajan en ellas. Y, este mensaje, a pesar de que no es grato para las personas que solo ven el trabajo como un medio de vida y a las organizaciones como entes sin alma creados con el solo fin de explotar al empleado, va calando.


Pero, tengo un amigo que trabaja en una organización seria y segura, una de de las pocas que al día de hoy pueden ser excluidas de lo que podríamos llamar “situación de riesgo”, al que no se le ha ocurrido otra idea mejor para incrementar la productividad de su equipo que exigir, porque está en la norma, que todos sus colaboradores estén sentados a las ocho de la mañana en sus puestos de trabajo.


Y lo ha conseguido, es un magnífico jefe, todas sus colaboradores, todas son mujeres, a las ocho de la mañana están sentadas, luego de haber hecho maravillas para dejar razonablemente colocados a sus hijos, más o menos ordenadas sus casa y mejor o peor pintados los ojos, coloreados los labios y colocado el peinado, con cara de muy mal humor, en sus mesas de trabajo.
Ya ninguna se retrasa como antes, ya ninguna se atreve a llegar diez, veinte e incluso treinta minutos tarde. A las ocho de la mañana están todas sentadas delante de sus computadoras.


Claro que, mi amigo sabe ahora que sus colaboradoras son unas auténticas brujas y que, para colmo en su organización no se permite quemarlas en la hoguera.


El lunes por la tarde, a la hora exacta, como hacen desde que están llegando a las ocho de la mañana, apagaron sus ordenadores, agarraron los bolsos y salieron pitando, el fila india, por la escalera.


Mi amigo se enfadó mucho, tenía que entregar un informe por la mañana temprano, y él tuvo que completarlo trabajando hasta muy tarde. Si se si se hubieran quedado todas, el trabajo hubiera quedado terminado en menos de media hora. Mi amigo, naturalmente algo molesto, regresó a casa, era el cumpleaños de su mujer, casi a las tres de la madrugada.


Por la mañana se quejó a fondo, estaba molesto y se lo dijo, muy serio a las ya muy madrugadores mujeres a las supervisaba. Ellas, muy prudentes, le escucharon y al final, una de ellas, bocazas ella, le dijo que acaso él podría tener razón, pero que amor con amor se paga, que no hay nada gratis en el mundo y que si el jefe quiere presumir de cumplimiento del horario tenía que conseguir organizar las cosas para que la tarea se pudiera hacer dentro del horario.


El miércoles, creo que en parte para desahogarse y en parte buscando ideas para trabajar represalias, mi amigo me relató el sucedido.


No le recordé que le había advertido sobre las malas ideas y lo arteras que son las mujeres si se enfadan, cuando hace un tiempo me hablo incidentalmente de sus ideas sobre el horario de su departamento. Solamente le fije que acaso, sería bueno que reflexionase sobre la posibilidad de rectificar. Él protestó bastante y creo que por orgullo mal entendido, para no perder cara, me dijo que no pensaba hacerlo. Bueno, le dije, recuerda el refrán amigo mío, “sarna con gusto no pica pero mortifica”.


Imagino que es una caso perdido. Antes o después las mujeres de su departamento le expulsarán del puesto, es posible que las patadas que le van a dar le envíen hacia arriba, hacia otro lado o hacia la calle, pero seguro que le sacarán de su actual puesto.


Como no hay peor sordo que el que no quiere oír, no le dije a mi amigo que nadie puede ser jefe de nada si no tiene un nombramiento, pero tampoco nadie se consolida en un puesto de mando hasta que no se ha ganado el respeto de sus subordinados y estos le han reconocido cualidades para ejercer el liderazgo.


Amigo mío, cuando leas este comentario, por favor, siéntete aludido, piensa un poco, tienes capacidad y haz lo que tienes que hacer para que tus colaboradoras, luego de perdonar tus tonterías, poco a poco, se sientan orgullosas de ti, creo que te resultará altamente rentable. De todos modos, haz lo que quieras, eres muy libre de elegir entre la certeza de progresar y la seguridad de morir.

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