Se entiende por efecto Pigmalión el hecho de que las expectativas que una o varias personas tienen sobre otras pueden influir e incluso condicionar el éxito o el fracaso de estas últimas.
Así, cuando yo, nosotros, pensamos que uno de nuestros alumnos tiene un alto potencial, que se va a conseguir altas calificaciones al final del curso, normalmente acertamos. Y, cuando creemos que el alumno es un desastre, y que tendrá que repetir la asignatura, raramente nos equivocamos.
Otra manifestación del efecto Pigmalión es que cuando yo, que soy el jefe de una unidad de negocio, pienso que el nuevo empleado es una joya y que tiene una gran carrera dentro de la empresa, suelo acertar ya que con el paso del tiempo los hechos confirman mis expectativas. Evidentemente, cuando creo que el nuevo empleado no sirve parta nada, con el tiempo se marcha o le tengo que despedir.
El secreto del efecto Pigmalión, sin embargo no son mis dotes de adivino para visionar el futuro ni la potencia de mi olfato, es algo mucho más sencillo: Yo, nosotros, condicionamos nuestros comportamientos con los demás en función de las expectativas que tenemos de ellos
Si mis expectativas son altas pongo los medios para ayudar a que mi alumno o mi colaborador consiga resultados: Le enseño, le oriento, le animo, tolero sus errores, potencio sus valores, corrijo sus defectos y él o ella traban con ilusión y consiguen resultados que me recompensan por el esfuerzo.
Si mis expectativas son bajas o negativas, mi comportamiento es bien diferente: “Al enemigo ni agua”, no tolero errores, nada está bien, nunca animo, solo reproches, con ello consigo que mi subordinado se desoriente, no sepa que se espero de él, se desanime y avance en una espiral de desastres que le lleva a la dimisión o el despido.
El Sr. Rodríguez Zapatero era hace un tiempo, una persona capaz, con buenas ideas y hasta tener algo parecido a convicciones (ya sabemos que no tiene conciencia del bien y del mal), sus “jefes” (miembros de su partido, personajes destacados del mundo intelectual, de la economía, políticos extranjeros, medios de comunicación, y sus votantes). Alaban su talante, escuchan sus opiniones y mantienen expectativas positivas hacia él. Poco a poco los “jefes” empiezan a ver que el Sr., Rodríguez Zapatero hace las cosas mal y se lo dicen, él no hace caso, y las expectativas que inicialmente fueron buenas pasan a ser malas o muy malas. El Sr. Rodríguez Zapatero súbitamente percibe que “los jefes” ya no creen en él y se asusta, por ello trata de hacer las cosas como los “jefes” dicen que deberían hacerse y cuando las hace los demás las perciben como imperfectas, con errores, mal hechas y, el Sr., Rodríguez Zapatero se empieza a sentir perdido, reniega de si mismo y de sus convicciones, echa la culpa a los demás, incluso consulta a los suyos que, para consolarle le dicen que es bueno, que los “jefes” le comprenderán. Pero él sabe ya que no le quieren y , a pesar de ello quiera conseguir que le vuelvan a creer, pero cuanto hace lo hace como lo hace, da igual, porque haga lo que haga, parta los demás esta mal, muy mal.
El pobre Sr. Rodríguez Zapatero, como es un ser humano, poco a poco, por el terrible para él efecto Pigmalión, caerá en la tristeza, el desanimo y la angustia del “todo lo hago mal” y seguirá con una terrible la depresión que le llevará a la muerte política, pobre Sr. Rodríguez Zapatero, se ha encontrado con que las expectativas de los demás le han roto como político y han hecho fracasar su vida.
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