miércoles, 27 de abril de 2011

384. UN CONTROL RUTINARIO

Esta tarde, alrededor de las siete, en el vestíbulo de la Isla 3 del intercambiador de Moncloa, ante una de las puertas por las que se  accede  de los autobuses que llegan desde los municipios del noroeste cercanos a Madrid, un pequeño equipo de policías nacionales pedía la documentación a personas, elegidas aparentemente al azar, pero que siempre, por sus rasgos faciales y apariencia corporal eran inmigrantes americanos.

He preguntado a uno de los policía qué pasaba y él  me ha dicho que no pasaba nada, que era un control rutinario.

Me he quedado unos minutos observando y aunque no he visto detener a nadie, sí he visto aparecer el miedo en el rostro de las personas con rasgos no europeos cuando se daban  cuenta de que tenían que pasar sin remedio por delante de los agentes.

Y he visto también cómo se acrecentaba ese  miedo cuando tenían que enseñar sus papeles a los  educados, policías cuando los pedían..

Luego, con no poca amargura, he continuado mi camino hasta tomar el autobús, me he equivocado de número, y aún ahora sigo pensando en los sufrimientos de muchos inmigrantes en nuestro, aunque con problemas, rico mundo.

Es cierto que en estos momentos una gran parte de los inmigrantes en España están es situación de legalidad, tienen iguales derechos que los españoles y que no pocos de ellos, aunque haya crisis, tienen mejores condiciones de vida que en sus países de origen; pero también es cierto que no ocupan los mejores trabajos y que el desempleo angustia a muchos de ellos.

Además, y esto también es cierto, quedan muchas personas en situación de ilegalidad. Es “culpa” suya, entraron como pudieron y se han quedado aquí "sin deber"  hacerlo, pero ¿No les invitamos a venir y a  quedarse en la ilegalidad a la espera de una “regularización” de las muchas que ha habido? ¿No les prometimos y les hemos dado  acceso gratuito a las escuelas y a la sanidad sin tener papeles? ¿No les dimos trabajos, también ilegales, cuando hacía falta mano de obra barata?

En mi opinión, las personas  con sentido común, cuando no hay trabajo en un lugar deben  marcharse a donde lo haya. Pero, lamentablemente, las personas más desfavorecidas son las que tienen mayores dificultades para trasladarse y son precisamente los inmigrantes ilegales con menor preparación y menores recursos quienes están en las peores condiciones.

Estoy seguro de que, con el tiempo, haremos las cosas un poco mejor, pero mientras tanto, ¡Cuánta tristeza y cuanto dolor!

1 comentario:

Blanca M. dijo...

Hola José Luis,

Hace un par de semanas tuve la misma sensación. 8:40 am intercambiador de autobuses de Plaza Castilla. La misma escena. Los pasaportes o permisos de residencia. La misma gente. Inmigrantes. Policías. Y la inmigrante que asustada indica que no llega a su trabajo. "Señorita los papeles. Usted no puede ir a trabajar si no tiene los papeles". Y yo, apenada, con tristeza giro la cabeza veo esa mirada, contemplo la escena...pero sigo mi camino.

¡Oiga! Que se me escapa el autobús. Y, luego, sentada le doy vueltas a la cabeza y me digo a mí misma. Cobarde. Cobarde. Y reproduzco sus palabras José Luis: <>

En fin, que le voy a contar que usted no sepa.