viernes, 10 de junio de 2011

398. BODAS DE ORO DE LA PROMOCIÓN DE 1961, EL FINAL.



He necesitado toda una semana para, manteniendo todavía la emoción, poder escribir con algún sentido sobre cuanto ha significado y cuanto significa, para mí y, con unos u otros matices, para todos mis compañeros, el 50 Aniversario de la salida del colegio y el enorme sentido que tiene el celebrar algo que sucedió, que nos sucedió hace medio siglo.

 

El sábado 4 de junio, luego de varios meses de preparación, hemos celebrado las Bodas de Oro de la Promoción de 1961 del Colegio de Areneros.

Entre las seis y las siete de la tarde, unos y otros hasta casi ochenta, fuimos llegando al vestíbulo de Areneros que se llenó por completo del calor de las emociones y el sonido de las palabras que generan los más deseados de los reencuentros.

Luego, entramos en la iglesia, grande, con el gran retablo que preside la Virgen del Colegio, y llenamos, porque nos pusimos muy juntos, los primeros bancos.

La Santa Misa, ¿Qué decir?

Explicar que Diego García Loygorri nos dio a todos la bienvenida con palabras elegidas una por una; que Jorge Dalda  ofició la liturgia, que nos abrió el corazón con su homilía y que casi lloramos cuando recordó, nombre a nombre, a todos los compañeros muertos; que las lecturas elegidas ayudaron al recuerdo, que la oración de los fieles era hermosa y que “los del coro”, los que fueron del coro, cantaron como en la vida; es decir apenas nada.

La Santa Misa, el tiempo que pasamos en la iglesia, creo que fue un acto de íntima comunión que, en la ceremonia y acaso por ella, nos hizo sentirnos a todos, creyentes y menos creyentes, unidos en el espíritu quizá real, que compartíamos, cuando con diecisiete años, salimos del colegio.

Luego, fiesta, la cena. Con tantas conversaciones cruzadas y el constante compartir los viejos recuerdos.

La velada, tan bien dirigida por Lorenzo Espiga, la entrega de los premios del certamen de composición, el lamento de las ausencias, las palabras de elogio de unos a otros y el ambiente de cálido afecto, llenaron a todos, creo que para mucho tiempo, de emociones y de hermosos sentimientos.

Sin embargo, creo que lo más valioso de la celebración no son los hechos, no son los actos ni la celebración misma que, en el fondo, solo son símbolos. Lo más valioso es que el celebrar los cincuenta años de la promoción nos ha permitido sacar a la luz los valores y las creencias que, acaso porque compartimos colegio y somos hijos del mismo tiempo, se han ido fraguado en nosotros a lo largo de nuestras vidas y nos han hecho ser lo que somos.

Nosotros, los niños que en 1961 salimos del colegio, como alguno de nosotros dice, somos “lumbreras”; que hemos estudiado buenas carreras; que hemos tenido éxitos y nos hemos dado tratazos en la vida; y que todos, porque así es la vida, hemos tenido tiempos felices y etapas plagadas de asperezas somos realmente personas con gran fortuna.

Somos afortunados y esto es lo que realmente nos une porque, acaso por los años que tenemos, hemos llegado a conocemos, nos aceptamos como somos y porque nos amamos a nosotros mismos, hemos aprendido a conocer, a aceptar y a querer a las personas que nos rodean; y hemos llegado a querer mucho a quienes, como nuestros compañeros del colegio que partieron del mismo punto, también han vivido mucho.

La celebración del las Bodas de Oro de la Promoción de 1961 del colegio de Areneros ha terminado. Javier Herrero, José Luis García Calleja, Pedro Oñorbe, Antonio Urive, Gurri,  y todos los compañeros que han trabajado para que todo haya culminado con éxito, han hecho un buen trabajo, merecen además de nuestra afecto, público reconocimiento.

Y, porque se han  hecho las cosas  muy   bien, estoy seguro  de que,  además de las  alegrías de hoy, la celebración del  50 Aniversario dará mañana  nuevos   frutos.
























No hay comentarios: