domingo, 28 de septiembre de 2014

541. PEQUEÑOS FAVORES

Un chiquillo de doce años,  campeón del mundo con el equipo de España,  no ha  entrado en  un  equipo  de fútbol infantil, el Rayo de Majadahonda,  porque a última hora ha aparecido para ocupar  plaza  otro chiquillo de la misma edad  que,   con menores méritos, tiene el peso de su padre, un conocido periodista deportivo, que ha solicitado y conseguido para él un lugar en el equipo.

El  niño, aunque defraudado,  seguro que encontrará en pocos días otro equipo para jugar al fútbol y seguro también que recordará toda la vida que no entró en el Rayo de Majadahonda  porque para ese equipo es más importante tener   un  padre  periodista deportivo  que el mérito de  jugar mejor que  otros al fútbol.

El otro niño, supongo,  estará  contento porque ha entrado  en el equipo,  pero ni él niño ni  su padre, casi seguro,  han pensado  que  el niño, ante sí mismo y ante sus compañeros,  ha quedado marcado,  no para bien, por la forma en que ha entrado en el equipo

Es evidente que  un equipo de fútbol  es una organización privada  y como tal,  tiene todo el derecho del mundo para incorporar  o no incorporar  a los candidatos, niños o mayores  que aspiren  a entrar en  su organización,

Desde que la  madre del niño, naturalmente molesta,  hace unos días   me contó la historia,  no dejo de pensar en  los terribles efectos  que para las  personas y para la sociedad,  tienen  los  pequeños favores.

Y, en un mar de dudas, me pregunto: ¿Somos conscientes de lo malo que puede ser que pidamos o hagamos  “pequeños favores”?

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