jueves, 26 de marzo de 2015

678. VESTIR CON FALDAS

Estoy hasta la coronilla, ya sé  que para presumir hay que sufrir, pero ya no puedo soportarlo. Vestir pantalones es peor que una desgracia.

El otro día, de visita en una casa amiga, en el cuarto de baño, de pie frente al retrete, dispuesto  a desbeber,  subí  las dos  tapas,  y suspiré. En ese momento, levanté la vista  y, al hacerlo,  justo enfrente  una  señal de prohibido me cerró el  grifo de desbeber.

Como soy, además de  respetuoso, muy resolutivo, acosado por la necesidad, me di la vuelta, dejé el retrete a mi espalda, me quité la chaqueta, solté los tirantes, desabroché el botón, me bajé juntos, al mismo tiempo,  los dos calzones, me senté, me levanté, me volví, baje la tabla, me senté  en la madera y respiré.

Desde luego, si en lugar de pantalones hubiera llevado falda, con dos movimientos, uno de subida y otro de bajada, en un pis pas hubiera estado sentado tranquilamente en la tabla. ¡Qué pena no poder vestirme con faldas!

Desde que me pasó  no he dejado de pensar y me he documentado: hay países que prohíben en sus cuartos de baño  desbeber  de pie;  aquí, en muchas casas los chicos, si se descuidan un poco, lo pasan mal; y, en todas partes,  los que somos  mayores, me lo han dicho muchos, además de inundar  el suelo, nos manchamos los pantalones y aunque se secan pronto, enseguida hueles a viejo.


Está muy claro,  llega un momento en  vestir pantalones  es un lujo, entre difícil e imposible. Por ello, en cuanto me atreva, usaré uno de esos modelos de faldas amplias o estrechas,  negras, blancas, rojas, amarillas, azules, verdes,   grises o irisadas que, diseñadas para hombres, he visto en Internet.


Nota:

Adjunto, por si a alguien le interesa,  una fotografía encontrada  en Internet. 

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