viernes, 31 de julio de 2020

868. DE LA NUEVA NORMALIDAD 12


UNOS DÍAS EN TORREMENGA DE LA VERA

En este verano de pandemia, luego del terrible encierro, en el mes de julio  he disfrutado unos días de  gratísima  hospitalidad familiar  en Castellonet de la Conquesta y, sin apenas pasar por casa, estoy en Torremenga de la Vera, también al calor mi familia.

El día martes,  21 de julio, el siguiente a nuestra llegada, tenemos que salir de compras, hay que llenar la nevera antes de escondernos de un  calor que hoy  se atenúa, bajo un cielo cubierto de gris y que,  aunque no hay bochorno,  anuncia  tormenta.

Hacemos el camino que une Torremenga y Jaraíz  sin cruzarnos con ningún coche ni ver a nadie andando bajo las altas farolas que adornando la carretera la convierten, gran parte del año,  en un agradable paseo.

Ante mi asombro, mi hermana, que sabe mucho, me explica que aquí el bicho es muy temido; que, dentro de lo posible, se evita salir de casa y que, si es inevitable pisar la calle, siempre con mascarilla, se mantienen las distancias.

A las afueras de Jaraíz, junto al tanatorio, hacemos una visita a la tienda, inmensa, no recuerdo de qué, donde mi hermana suele comprar repuestos para sustituir los muchos destrozos que su legendaria hospitalidad deja cada año.

Más tarde, dentro del Jaraíz, en una calle sin salida, dejamos el coche para gestionar otras y relevantes compras: polvos para luchar contra las fieras hormigas que, partiendo de la sombra de la buganvilla,  han tomado como suya gran parte de la terraza;  y unos metros, muchos, de cuerda, para renovar, yo sé hacerlo, el asiento de  una de esas sillas pequeñas y bajas,  que tanto gustan a los nietos. Luego una visita al bazar de Zaid, un hombre que respira bondad; más tarde un paseo por los pasillos de un bazar chino para comprar algo olvidado en Madrid; más tarde comprobamos con tristeza que la pandemia ha cerrado la tienda que daba ocupación y trabajo a un buen grupo de personas discapacitadas y, en una frutería cercana, llena con productos de huertas cercanas, cargamos el coche con tomates, pimientos, calabacines, melocotones, un melón y  más cosas, todo ello servido por una señora muy amable que nos habla desde detrás de una poderosa  mascarilla,  realmente desde detrás de un tremendo  artefacto del que el bicho, nada más verlo, seguro que escapa como alma que lleva el diablo.

Para terminar una muy larga mañana, más de dos horas, de compras, visitamos el DIA PLAZA, el mejor supermercado de la villa, donde además de vino y agua, recuerdo que compramos otras cosas que se han borrado de mí ya frágil memoria.

El tiempo pasa muy deprisa en La Vera y, al igual que la tormenta de la noche, en la tranquilidad del calor de los días y el delicioso refrescar de las noches, dedicamos muchas horas  a conversar y muchas otras, casi tantas a la lectura.

Los días felices no tiene historia y de estos  diez que he pasado en Torremenga, salvo que el domingo 27 asistí a la celebración, preciosa, de la Misa Cantada, magnífico  gregoriano,  en la Iglesia del Monasterio de Yuste, solo puedo recordar el tranquilo bienestar, la compañía  y el muchísimo cariño que, como siempre,  me han regalado mis hermanos en su casa, para mí tan llena de recuerdos, de Torremenga de la Vera.

 

Notas

  • Las fotografías de Torremenga  son del teléfono  del autor de la entrada.













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