miércoles, 19 de mayo de 2021

950. DE LA NUEVA NORMALIDAD 94

 

 

DIMENSIÓN Y ALARIDO


He leído, en una nube de dolor y alegría, Dimensión y Alarido, la última obra  de Emilio Rodríguez González (1938-2020) el poeta, el amigo, que durante muchos años, con sus palabras y sus versos, ha iluminado los rincones más escondidos y más obscuros de mis pensamientos.

El libro, una edición no venal, al cuidado de Javier Olite Áriz, de San Esteban Editorial – EDIVESA, contiene, adornados con una sentida presentación del mismo Javier, un inspirado Comentario de Valentín Tascón y un erudito Cierre de Mercedes Marcos Sánchez y Antonio Sánchez Zamarreño, los treinta y seis hermosísimos poemas, plenos de vida, que, cómo el mejor de los regalos, el poeta ha legado a quienes le hemos admirado y querido, a sus amigos.


Ahora,  agradecido, elijo y comparto dos poemas del libro, hermosísimos lazos de vida que sujetan dolores de alma:

 

 

DE LA AUSENCIA

 

Hay un amigo aupado

sobre la ruina

de los trenes.

Su gesto de pañuelo

agonizante

me pone azul

la tarde,

me incendia

la mirada.

 

MUTACIÓN

 

Y tú estabas allí

cuando la tarde

apagaba su grito

en las pupilas.

La ausencia se perfila

como un hueco

que va llenando

el ámbito del pecho.

 

Y sí, volveré a leer, muy despacio, una y otra vez, saboreando cada verso  los poemarios de Emilio Rodríguez González, sobre todo los cuatro últimos, y para mí los más queridos del poeta:  Rimero de silencios, Lugar de manantiales, Penúltimo cansancio, y este Dimensión y Alarido.

Dios bendiga a su siervo, al gran poeta que fue Fray Emilio, mi amigo. 

 



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