miércoles, 4 de agosto de 2021

963. DETERIORO COGNITIVO

 

 

Normalmente leo con interés “noticias”  que,  sobre los grandes conocimientos, el saber profundo y la inigualable capacidad de las “personas mayores”, me hacen llegar amigos de mi edad.

Pero, acaso porque, a ratos, pienso un poco, me cuesta trabajo aceptar como ciertas las muchas bondades que se dicen sobre la capacidad mental de “los viejos”. Y, cada vez con mayor frecuencia escucho la voz de mi mujer diciéndome: José Luis, es que no te enteras de nada…

Y, en días como hoy, casi llorando, tengo que reconocerlo, aunque hace años no la tuviera, Cristina, si me lo pudiera decir ahora, tendría razón.

Hace algunas semanas, porque no escuché como debía y  “me colé” en el lugar de otro paciente, en una consulta del hospital, me gané un susto de muerte cuando una doctora muy seria me anunció que tenía un gran mal que, afortunadamente, luego descubrimos, no era mío. Y claro, me prometí que en el futuro prestaría más atención a lo que se me decía.

Hoy, en la estación de Chamartín, al tratar de subir al tren que me debía llevar a Galicia, he escuchado a un revisor decirme que el billete  era para el tren de ayer y que para usarlo hoy ya no valía. Él estaba en lo cierto, aunque lo había comprobado tres veces, lo había hecho mal y cambiado, en mi cabeza, la fecha del viaje.  No es que tenga mucha importancia, me digo, he sacado otro billete y el viernes, pasado mañana, me iré a Galicia en la primera plaza que hay disponible.

Sin embargo, llueve sobre mojado, es la segunda vez, en pocas semanas, que “he metido la pata”, que no me he enterado de nada. Y, aterrorizado, rezando para que lo que me ha pasado no sea eso que llaman el deterioro cognitivo, otra vez me prometo  prestar  más atención a lo que me oigo o leo, y a no estar  en Babia, donde solemos estar, más de la cuenta, los viejos. 


 

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