viernes, 21 de febrero de 2025

1129. COSAS DE VIEJO: DE CAERNOS DEL GUINDO


En estos días, ante el desconcierto que han causado en los europeos, en los españoles y, también, aunque algo menos, en los hispanos de América, las palabras y, más aún, las acciones del señor Trump, el actual presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, he dado profundas gracias a Dios o al destino, por haberme regalado la inmensa fortuna de sentir, pensar y vivir en español, esta lengua maravillosa que a lo largo de los siglos ha sabido incorporar, en expresiones claras,  las muy diversas experiencias vitales de los millones de personas que la hemos tenido o la tenemos como nuestra.

Y sí, en español, con una sola frase podemos explicar lo que nos ha pasado, lo que nos está pasando: nos hemos caído del guindo.

Hasta hace unos días, y desde hace bastantes años, la mayor parte de los europeos, los españoles de España y menos los de las otras Españas, creíamos que los norteamericanos eran nuestros amigos, sus amigos nuestros amigos y sus enemigos nuestros enemigos. Vamos, que eran casi nuestros hermanos; ¡tontos de nosotros!, sin darnos cuenta, nos habían subido al guindo.

En la segunda mitad del Siglo XX, a base de buenas palabras y algunos caramelos, los anglos, ¡los norteamericanos son anglos!, nos hicieron olvidar su tradicional latrocinio, por ejemplo, todavía, ¡han pasado 250 años!, no han pagado a los mexicanos los más de 1650 millones de dólares en pesos de plata que, por orden de Carlos III, salieron de las arcas de Nueva España para financiar su independencia; arrebataron a México todo el norte de su territorio y a Colombia lo que es hoy Panamá; mataron, quitaron sus tierras y encerraron en reservas  a los apaches, y a todos los indios que por siglos antes  fueron hispanos, hundieron barcos españoles y quitaron Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las islas del Pacífico a España; corrompieron, derribaron gobiernos, cultivaron dictadores y saquearon minas y haciendas en toda América,  y lo hicieron afirmando que  América era para ellos, para los únicos americanos.

Y, ahora, cuando, llevamos casi un siglo subidos al guindo, de repente, encabezados por su presidente, se preparan para hacernos, ya lo están haciendo, lo que siempre nos han hecho, nos encontramos en el suelo, sorprendidos, magullados y doloridos, pero al menos, ¡espero!, aprendidos y, agradecidos porque, al fin, luego de muchos años, nos hemos caído del guindo.

martes, 18 de febrero de 2025

1128. COSAS DE VIEJO: DE MIS CAMBIOS DE OPINIÓN


Para empezar: mi buen amigo, Santiago, persona capaz, mente clara, ingeniero, y siempre coherente en sus planteamientos, me reprocha, con buenas palabras, mis cambios de opinión; y  otro buen amigo, Fernando, también ingeniero y capaz, con ideas firmes, muy racional, del todo controlador, me atribuye, una desmedida afición a meterme en charcos en cuanto los hay.

Y bueno, como yo también soy capaz, racional y muy coherente, cuando escucho a Santiago o a Fernando, me digo: estos hombres, aunque son muy listos, están equivocados, ¡no lo ven!, yo no piso charcos ni cambio de opinión salvo que exista una buena y justificada razón.

Sin embargo, para enturbiar mi pensamiento, de pronto recuerdo, lo que aprendí de Haidt en La mente de los justos: conocemos a través de la intuición, de la emoción, y luego, solo luego, “adornamos” lo conocido usando la razón.

Así que, si eso es verdad, ¡que lo es!,  Santiago y Fernando, también yo, personas capaces y racionales, lo creamos o no, vivimos bajo un gran paraguas con varillas de emoción y tela de colores pintados con razón. 

Y, ahora la explicación: mi mente, la de todos, está llena de emociones, unas apenas sentidas, otras intensas, a veces entre ellas encontradas, y todas adornadas de razón, por ello, cuando las emociones son fuertes, sin darme cuenta, ¡y razonando!, me meto en charcos y cambio de opinión. Sí, es verdad, mis amigos Santiago y Fernando tienen razón.

Y, ¡menos mal!, me digo, en estos tiempos que corren, aún de espectador, a mis años, con el alma desgastada, todavía  entra en ella, ¡cuánta fortuna!, la emoción, piso charcos y, ¡gracias a Dios!,  cambio de opinión.

Lo pienso de nuevo y me alegra el alma: ser viejo no quita la emoción.

Nota: lo que ahora mismo están haciendo los presidentes Trump y Putin, anglos y rusos, ante la mirada, inquieta quizá, de los chinos, atónita de los europeos, e impotente de los hispanos, están generando en mí tal cúmulo de emociones, muchas de ellas encontradas, que me impiden conocer la auténtica realidad, que ¡seguro!, es peor de lo que hoy puedo imaginar.


lunes, 10 de febrero de 2025

1127. COSAS DE VIEJO: DEL MUNDO EN EL SIGLO XV


Esta mañana, sin despertarme del todo, escuchando las noticias en la radio, quizá porque estoy bastante sordo, de pronto me he sentido en el centro de una  gran olla de grillos, abrumado por el ruido y sin entender nada.

Qué Trump, que los aranceles, que el Canal de Panamá, que Bruselas, que los Patriot, que la señora mexicana, que el doctor Sánchez, que su hermano, que los chinos, que los rusos, que los judíos, que el precio de las casas, que los jueces, que unos piratas, que Gaza, que el Papa, qué la Meloni, qué, qué qué…

Sí, me he sentido impotente, tapándome los oídos, tratando de tranquilizarme y poder pensar. Luego, acaso por memoria genética o, quizá, es posible, por leído, me he sentido transportado a otro inmenso gallinero, al que vivieron nuestros abuelos hacia el año 1470.

Que el Imperio Otomano, Polonia,  Suecia, los aztecas y  el Imperio Inca estaban, como el Imperio Mali, Gran Zimbaue y el Reino de Benín   en apogeo y expansión; el Imperio Timúrida trataba de contener su declive; en la próspera China se comenzaban a extender posiciones proteccionistas para frenar el, hasta entonces, intenso comercio con el exterior; ¡ah, el Renacimiento!; en Japón la política estaba marcada por la lucha entre los señores feudales; en India había de todo, desde prosperidad en Karnataka, Telengana, o Gujarat, hasta todo tipo de conflictos en  Rajput; Venecia era una gran potencia, Inglaterra padecía la Guerra de las Dos Rosas; el Papa hacía de las suyas; por supuesto, en todas partes la gente del campo pasaba las de Caín; los gremios hacían política; había piratas en todos los mares ; los  judíos, ricos y pobres, eran perseguidos por doquier; y. en Castilla, en sempiterna  guerra civil, doña Isabel pretendiente al trono, llevaba un año casada con su casi primo don Fernando de Aragón

Y, me dirán, ¿por qué sacas ahora lo que pasaba en el mundo hace 500 años?

Pues mira, porque, luego de taparme los oídos para escapar a la olla de grillos, y pensar un poco, me he dado cuenta de que en el inmenso gallinero que era aquel mundo, ¡en profundo cambio!, estaba emergiendo, ¿era del destino?, no en la poderosa China, ni en el  gran Imperio Otomano, el Reino de Benín o el Incario, y sí en la turbulenta Castilla, una pareja, ¡tanto monta, monta tanto!, dos personas extraordinarias, Isabel y Fernando que cambiaron el mundo.

Y, para tranquilizarme, en la olla de grillos que es hoy nuestro mundo, ¡en profundo cambio!, hay, oculto todavía, un ganador; pero es  imposible saber dónde está y quien es;  por ello, he llegado a la conclusión de que es mejor estar tranquilo, esperar y ver, no vale la pena tratar de entender, y menos aún  apostar por algo nadie puede acertar. 

Nota: en la redacción de esta entrada he usado Copilot, el chat de IA


viernes, 7 de febrero de 2025

1126. COSAS DE VIEJO: CREEMOS QUE NOS CONFUNDEN. POR UNA VEZ ACIERTAN Y DICEN LA VERDAD.


Hoy, además de herido, ¡seré tonto!, me he vuelto a enfurruñar.

Junto a las tristes noticias sobre las deportaciones masivas de hispanos ilegales, he leído en varios medios quejas y hasta "muy justificada" rabia, sobre el hecho, parece cierto, de que los norteamericanos  nos confunden, a nosotros, a los muy dignos españoles europeos, ¡a los españoles de España!, con esa multitud de desgraciados, los “latinos”, ¡raza inferior!, no sabemos decir hispanos, de América Latina, ¡no sabemos decir Hispanoamérica!

Y, me he enfurruñado porque, ¡por una vez!, aunque sea para ofendernos, tienen razón, somos iguales, somos los mismos, y nosotros somos tan tontos que, en lugar de enorgullecernos, lo discutimos y nos enfadamos.

Nos enfadamos al igual que se enfadan, y mucho, los “avanzados” mexicanos  si los confunden con los “retrasados” guatemaltecos; o los “civilizados” argentinos si los toman por “incultos” bolivianos; o los “muy europeos” catalanes si alguien dice, ¡o piensa!, que son murcianos; o los “guapos” de cualquier parte  si alguien no los distingue, en cualquier cosa, de los “feos” de sus vecinos.

Y, me he sentido, me siento herido, porque los hispanos “ilegales”, en su inmensa mayoría nunca delincuentes, los deportados y los que temen, escondidos y aterrados, su posible deportación, somos nosotros. Somos iguales, como iguales son los mexicanos, los guatemaltecos, los argentinos, los bolivianos, los catalanes, los murcianos y todos, todos los hispanos.

Y, lo único, lo único que nos puede salvar del peor de los futuros, a manos de esos que “nos confunden”, es la unidad, la unidad ahora en la tristeza, en el pesar, y mañana en luchar.

lunes, 3 de febrero de 2025

1125. COSAS DE VIEJO: 81 AÑOS, ¡QUÉ BARBARIDAD!

 

 Dicen que los 80 de ahora son como los 70, ¡o menos!, de hace unos años.

Y, aunque puede que sea cierto, la verdad es que no me sirve de consuelo: ahora los 80, como antes a los 70, ¡lo sabes!, eres viejo.

Mañana, 4 de febrero, tendré 81 años completos, ¡qué barbaridad!,  y, porque he llegado a viejo, a mayor corrige mí amigo Gaspar, no sé si alegrarme mucho o ponerme o llorar.

Pero, antes de hacerlo, por si acaso, me he preguntado qué es ser viejo. Y, un poco por pereza y otro por curiosidad, he recurrido a la nueva enciclopedia, a la Inteligencia Artificial; he preguntado a Copilot, el chat de Microsoft, y, ¡ya no me asombra!, me ha contestado:

“Las características de la vejez pueden variar de una persona a otra, pero hay varios aspectos comunes. Aquí tienes algunos:

1.  Cambios físicos: Se produce una disminución de la masa muscular y la fuerza, el metabolismo se ralentiza, y es común la aparición de arrugas y canas. Además, pueden surgir problemas de movilidad y equilibrio.

2.  Cambios sensoriales: La visión y la audición suelen deteriorarse, lo que puede dificultar actividades cotidianas como leer o escuchar conversaciones.

3. Cambios cognitivos: Aunque el envejecimiento no siempre implica un declive cognitivo significativo, algunas personas pueden experimentar problemas de memoria y dificultad para concentrarse. Sin embargo, muchos ancianos mantienen un alto nivel de inteligencia y sabiduría.

4.  Salud mental y emocional: La vejez puede traer consigo un mayor riesgo de depresión y ansiedad debido a factores como la pérdida de seres queridos, problemas de salud y cambios en el estilo de vida. No obstante, también puede ser una etapa de gran satisfacción personal y realización.

5.    Cambios sociales: Las relaciones sociales pueden cambiar, ya que algunos amigos y familiares pueden fallecer o mudarse. Es importante mantener una red de apoyo social para combatir la soledad y el aislamiento.

6.  Adaptaciones y aceptación: A medida que envejecemos, a menudo necesitamos adaptarnos a nuevas circunstancias y limitaciones. La capacidad para aceptar y adaptarse a estos cambios puede influir significativamente en la calidad de vida.

En conjunto, la vejez es una etapa de la vida que puede estar llena de desafíos y oportunidades”.

Pues bien, luego de leer y pensar un poco lo que dice la máquina, ¡es una máquina!, he quedado del todo epatado: ¡cuánto optimismo, cuánto sabe!, y ¡qué joven es la máquina!; y luego, he vuelto a pensar.

Sí, pero, aunque todo lo anterior es verdad, el saber popular, ¡también es saber!, asegura que la vida es “un valle de lágrimas”, y los viejos sabemos que eso es muy cierto; cosas buenas, ¡hay muchas, y no te enteras!, que antes o después, se acaban, y luego siempre llegan, ¡cuántas, y cómo duelen!, las malas. Pero, ¡también es verdad!, después de las malas vuelven las buenas.

Sí, mañana cumplo 81 años, ¡qué barbaridad!, el 80 ha sido áspero, y ahora veo peor, oigo peor, olvido más, han muerto amigos queridos y en casi todo estoy peor; pero, me digo, aún veo, algo oigo, tengo recuerdos, me quedan amigos, tengo hermanos, hijos y nietos. 

Y termino, al celebrar mi 81 cumpleaños, luego de preguntar a la máquina y pensarlo mucho, he llegado a la conclusión de que debo dar a Dios gracias por la vida, alegrarme mucho  y, de ninguna manera, ponerme  o a llorar.