Esta mañana, sin despertarme del
todo, escuchando las noticias en la radio, quizá porque estoy bastante sordo, de
pronto me he sentido en el centro de una gran olla de grillos, abrumado por el ruido y sin
entender nada.
Qué Trump, que los aranceles, que el Canal de Panamá, que Bruselas, que los Patriot, que la señora mexicana, que el doctor Sánchez, que su hermano, que los chinos, que los rusos, que los
judíos, que el precio de las casas, que los jueces, que unos piratas, que Gaza,
que el Papa, qué la Meloni, qué, qué qué…
Sí, me he sentido impotente, tapándome
los oídos, tratando de tranquilizarme y poder pensar. Luego, acaso por memoria genética o, quizá, es posible, por leído, me he
sentido transportado a otro inmenso gallinero, al que vivieron nuestros abuelos
hacia el año 1470.
Que el Imperio Otomano, Polonia, Suecia, los aztecas y el Imperio Inca estaban, como el Imperio Mali, Gran Zimbaue y el Reino de Benín en apogeo y expansión; el Imperio Timúrida trataba de contener su declive; en la próspera China se comenzaban a extender posiciones proteccionistas para frenar el, hasta entonces, intenso comercio con el exterior; ¡ah, el Renacimiento!; en Japón la política estaba marcada por la lucha entre los señores feudales; en India había de todo, desde prosperidad en Karnataka, Telengana, o Gujarat, hasta todo tipo de conflictos en Rajput; Venecia era una gran potencia, Inglaterra padecía la Guerra de las Dos Rosas; el Papa hacía de las suyas; por supuesto, en todas partes la gente del campo pasaba las de Caín; los gremios hacían política; había piratas en todos los mares ; los judíos, ricos y pobres, eran perseguidos por doquier; y. en Castilla, en sempiterna guerra civil, doña Isabel pretendiente al trono, llevaba un año casada con su casi primo don Fernando de Aragón.
Y, me dirán, ¿por qué sacas ahora lo que pasaba en el mundo hace 500 años?
Pues mira, porque,
luego de taparme los oídos para escapar a la olla de grillos, y pensar un poco,
me he dado cuenta de que en el inmenso gallinero que era aquel mundo, ¡en
profundo cambio!, estaba emergiendo, ¿era del destino?, no en la poderosa China, ni en el gran Imperio Otomano, el Reino de Benín o el Incario, y sí en la turbulenta
Castilla, una pareja, ¡tanto monta, monta tanto!, dos personas extraordinarias, Isabel y Fernando que cambiaron el
mundo.
Y, para tranquilizarme, en la olla de grillos que es hoy nuestro mundo, ¡en profundo cambio!, hay, oculto todavía, un ganador; pero es imposible saber dónde está y quien es; por ello, he llegado a la conclusión de que es mejor estar tranquilo, esperar y ver, no vale la pena tratar de entender, y menos aún apostar por algo nadie puede acertar.
Nota: en la
redacción de esta entrada he usado Copilot, el chat de IA
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