Pues sí, es
lo mejor, lo más importante que me ha pasado en mucho tiempo: el viernes pasado, 13 de junio de
2025, día de San Antonio, nació Julia, la menor y, acaso, la última de mis
nietas.
Y, al ver a
Julia en brazos de su madre y pensarlo luego, mi alma de abuelo se esponja en
una mezcla de emociones, algunas encontradas, y sueño para Julia que sea
una mujer buena, con una vida llena de amor y esperanza, con éxitos y, también con dolor, tristeza y algunos desamores.
No, no quiero para Julia, tampoco para Luis, Mateo, Olivia, Mariana,
Constanza, Cristina y Pablo, una vida plácida, tranquila, sin dolor y sin esfuerzo; ansío para ella y para todos mis
nietos, todos los bienes posibles, pero también trabajos sin fruto, ilusiones no
alcanzadas, desengaños amorosos y tiempos obscuros; la vida no es un valle de lágrimas,
pero solo las lágrimas permiten apreciar y gozar la fortuna inmensa que es haber
nacido.
Y, ahora, lo
mejor de todo: mientras doy gracias a Dios por el nacimiento de Julia, siento que mi mujer, ¡gracias
Cristina!, hoy ha venido a estar conmigo y soñar juntos la continuidad de
nuestras vidas.