El pasado
miércoles, 18 de junio de 2025, murió Javier Herrero, compañero en el colegio de Areneros y amigo
muy querido desde que éramos niños.
Javier, el
segundo hijo de una gran familia, era
Ingeniero de Caminos, inteligente, capaz y, ante todo, un hombre siempre dispuesto
a cualquier sacrificio para hacer el bien y cumplir con su deber.
La muerte de
Javier, aunque esperada, ha sido para mí un fuerte golpe, un golpe de tristeza
y de realismo: una vez más en los últimos meses he sentido la inevitable
proximidad de la muerte.
Y, quizá por
ello, en estos días, con profundo dolor por
la muerte de Javier, junto a él, con
inusitada frecuencia se reúnen en mi pensamiento los recuerdos y la presencia de las personas,
muchas, también muertas, con las que he compartido la vida.
Así, una y otra vez, sin miedo, abro la puerta del desván, obscuro y polvoriento, de la casa en que viví de niño, para encontrar, con vestidos entre blancos y grises, cual fantasmas amables y sonrientes, a mi mujer, a mis padres, a mis amigos; y, dejando atrás la tristeza, me asombro y me alegro: ¡me hablan, han pasado la muerte y siguen vivos!
Y, por
enésima vez, doy gracias al cielo, además de haber vivido, he llegado a viejo; y, ante
la inevitable proximidad de la muerte, me
alegro, no estaré solo, volveré pronto a estar con los muchos míos que ya se han ido.
1 comentario:
Tocayo me alegra que lo vivas así porque no es fácil , hay que cultivarlo
Un abrazo
Publicar un comentario