Todos anhelamos estar satisfechos con nosotros mismos y con cuanto nos rodea.
El estímulo, el impulso que nos empuja para conseguir la satisfacción es la motivación que nos hace capaces de esfuerzos sostenidos.
Y, cuando se llega a un punto de satisfacción el descanso dura poco, aparece siempre una nueva meta que motiva al hombre siempre insaciable de algo más.
Una persona plenamente satisfecha no quiere más, no necesita, no quiere nada.
Afortunadamente, Dios ha hecho del hombre un ser que siempre quiere más, que nunca esta del todo satisfecho, que siempre puede estar motivado para conseguir algo y seguir viviendo.
El estímulo, el impulso que nos empuja para conseguir la satisfacción es la motivación que nos hace capaces de esfuerzos sostenidos.
Y, cuando se llega a un punto de satisfacción el descanso dura poco, aparece siempre una nueva meta que motiva al hombre siempre insaciable de algo más.
Una persona plenamente satisfecha no quiere más, no necesita, no quiere nada.
Afortunadamente, Dios ha hecho del hombre un ser que siempre quiere más, que nunca esta del todo satisfecho, que siempre puede estar motivado para conseguir algo y seguir viviendo.
Admitir que antes de estar satisfecho has de estar muerto es un poco áspero y, por fortuna, requiere la experiencia de tener años y seguir queriendo.
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