Siempre que paso por Puerta de Hierro, en la entrada de Madrid por la autovía A-6, el acceso a la autovía de Plasencia por Navalmoral de la Mata, atravieso el túnel que enlaza la calle María de Molina con la A2, camino por la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas, circulo por alguna de las Rondas de Barcelona, pienso en lo precioso que está el Museo del Prado, o disfruto el cuidado de cualquier pueblo de la España más profunda, siento un enorme orgullo.
Realmente hemos progresado mucho en el tiempo que dura mi propia vida. Los españoles somos un gran pueblo que habita una gran nación.
Estamos entre las ocho o diez países más ricos y desarrollados del mundo. En verdad los españoles de las últimas generaciones somos magníficos.
Claro que, en 1970, en los finales de la época oscura del General Franco, en 1931 en el comienzo de la II República, en 1898 mientras se perdía Cuba o en duro año de 1868, también estábamos entre los 8 o 10 países más ricos y desarrollados del mundo.
Al pensar en ello se acrecienta mi orgullo hasta llegar casi a la soberbia. Los españoles, los de antes y también los de ahora, somos un gran pueblo y España es una gran nación que, haciendo de tiempo en tiempo grandes locuras, se mantiene en buen lugar.
Bien es verdad que cuando compartíamos monarcas con quienes hoy siguen siendo sardos o napolitanos, habitan el Rosellón, rezan en Sucre, o piensan en dividir el país de los belgas, nuestro lugar, el de todos los que éramos de alguna manera “nosotros”, era el uno o el dos.
Realmente hemos progresado mucho en el tiempo que dura mi propia vida. Los españoles somos un gran pueblo que habita una gran nación.
Estamos entre las ocho o diez países más ricos y desarrollados del mundo. En verdad los españoles de las últimas generaciones somos magníficos.
Claro que, en 1970, en los finales de la época oscura del General Franco, en 1931 en el comienzo de la II República, en 1898 mientras se perdía Cuba o en duro año de 1868, también estábamos entre los 8 o 10 países más ricos y desarrollados del mundo.
Al pensar en ello se acrecienta mi orgullo hasta llegar casi a la soberbia. Los españoles, los de antes y también los de ahora, somos un gran pueblo y España es una gran nación que, haciendo de tiempo en tiempo grandes locuras, se mantiene en buen lugar.
Bien es verdad que cuando compartíamos monarcas con quienes hoy siguen siendo sardos o napolitanos, habitan el Rosellón, rezan en Sucre, o piensan en dividir el país de los belgas, nuestro lugar, el de todos los que éramos de alguna manera “nosotros”, era el uno o el dos.
Luego, según íbamos siendo menos, pasamos, al tres, al cuatro, al cinco y, más tarde, al sexto, séptimo y aún peores puestos en el mundo. ¡Decadencia para todos sin parar!
Más a más, pienso que, probablemente, en cien años, California si tuviera la desgracia o la suerte según algunos, de llegar a estar sola e independiente, seguiría siendo lo que es ahora, el octavo, noveno o décimo país más próspero del mundo. Y si el Reino Unido perdiera su unidad, acaso se quedase Inglaterra en el séptimo, octavo, noveno o décimo lugar y la extraordinaria Escocia, con sus buenas gentes, llegaría inmediatamente a su lugar real.
Más a más, pienso que, probablemente, en cien años, California si tuviera la desgracia o la suerte según algunos, de llegar a estar sola e independiente, seguiría siendo lo que es ahora, el octavo, noveno o décimo país más próspero del mundo. Y si el Reino Unido perdiera su unidad, acaso se quedase Inglaterra en el séptimo, octavo, noveno o décimo lugar y la extraordinaria Escocia, con sus buenas gentes, llegaría inmediatamente a su lugar real.
Amigos míos, no hagáis mucho caso de lo que he escrito, se que es una barbaridad, pero a veces pienso cosas que quienes me conocen, aunque les cueste un poco, me pueden perdonar porque tienen una pizca de verdad.
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