jueves, 17 de julio de 2008

176. EL DILUVIO NO DURA LA ETERNIDAD


Sube el precio de los alimentos, de la energía y del dinero. El desempleo es habitual compañía, la falta de algo se hace crónica, la preocupación se torna en angustia y ni el hambre del resto o el cambio climático, a quienes no lo sufren de cerca, les importan ya.

El humor se agria, alrededor y más lejos se hacen mayores las amenazas, todos culpamos a todos y el miedo desenfunda las armas.

La Gran Depresión se ha extendido tan rápida como la peste (¿Verdad que casi nadie sabe qué era ni cuando fue la última gran peste?), por todo el mundo, nadie conoce el remedio y todos culpamos a todos de ser el comienzo y la extensión del mal.

El Diluvio es cada vez más fuerte y, según dicen, caben pocos en el Arca porque, como antaño, Dios sólo ha dado aviso a los Noe y estos, muy egoístas, han hecho sus arcas a escondidas y, por ser enorme la inversión, del tamaño justo para que, aunque apretados, quepan los suyos.

Es relevante, desde mi punto de vista, que en la Biblia, ni en otros texto sagrado, ni en la tradición oral de los pueblos que recuerdan el diluvio, se menciona que los reyes y caudillos, siempre los ha habido, de los pueblos afectados por las enormes lluvias intentaran y menos aún consiguieran salvar a nadie, ni siquiera salvarse ellos.

Y estoy absolutamente seguro de que los gobernantes de entonces eran tan listos como los de ahora, mantuvieron gran cantidad de reuniones, discutieron unos con otros, se insultaron, echaron la culpa al resto, construyeron diques para salvar sus palacios, confiscaron barcos y, en fin, hicieron cuanto pudieron para salvarse, al menos ellos y lograron nada.

Por eso, creo que cada uno, cada persona, como mucho cada grupo no muy grande para gastar poco esfuerzo en ponerse de acuerdo, han de cargar con lo suyo y buscar el propio camino para escapar del diluvio, sin esperar nada de nadie.

La capacidad humana para sobrevivir, para adaptarse al cambio es infinita, la imaginación y la iniciativa de los seres humanos, cuando la necesidad empuja, vence todos los obstáculos.

Por eso, ante la Gran Depresión, cada uno ha de emplear sus esfuerzos no en quejarse, no en pedir a quien no puede dar, sino en olvidarse de todo y, solo con los suyos, luchar.

Realmente todos sabemos que por muy largo y duro que sea el diluvio, antes o después deja de llover y el buen tiempo vuelve a empezar.














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