jueves, 6 de noviembre de 2008

205. DESEO DE CORAZÓN AL NUEVO PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA UN GRAN Y FELIZ MANDATO


No se si estoy contento o descontento, si hubiera podido votar en las elecciones del pasado martes lo hubiera hecho por el muy buen presidente que, en mi opinión, hubiera sido el senador John McCain.

Sin embargo, estoy esperanzado porque los Estados Unidos de Norteamérica tienen un nuevo Presidente, el que hace el número 44 desde el nacimiento de esa gran nación, el Senador Obama, que ha llegado al cargo más poderoso e importente de la tierra con los votos del casi cincuenta y tres por ciento de los electores de su país.
El nuevo Presidente, el Senador Barack Obama, no solo ha obtenido una gran victoria electoral sino que, además, ha sabido generar, primero en Norteamérica y luego en el resto del mundo, la enorme ilusión de cambiar, para mejor, el mundo difícil de nuestro tiempo.
Tengo claro que Estados Unidos es una gran nación, fuerte, creativa, generosa y, sobre todo con ciudadanos que aman la libertad y que han creado instituciones que la garantizan y mantienen desde hace más de doscientos años.

He de reconocer que el aprecio y respeto que hoy tengo por los Estados Unidos no es fruto de la casualidad sino del conocimiento y de la reflexión sobre su historia, su forma de vida y los modos de ser y de actuar de sus cudadanos, de sus empresas y de sus instituciones.

Vivi los años de mi infancia y los de mi primera juventud en un oscuro “antiamericanismo” fraguado en los últimos años del siglo XIX con la guerra perdida, sin posible revancha, en 1898, cuando la derrota pesaba como una losa en lo que era entonces España.

Además, la posición germanófila en la II Guerra Mundial de una parte de la sociedad española y el marxismo pro soviético de otra parte de la misma sociedad, eran alimento diario para el rencor y casi el odio hacia todo lo que eran y significaban los Estados Unidos de Norteamérica.

Yo era entonces un niño normal, un español normal la época, cuando con la soberbia prepotente que da la ignorancia, compartía mis sentimientos con muchos españolesde entonces.

Más tarde, poco a poco, el leer, viajar y, sobre todo, conocer personas y pensar, me hizo ir cambiando primero el pensamiento. Mas tarde, sin apenas darme cuenta, los viejos sentimientos negativos se fueron trocando primero en respeto y luego en un profundo afecto por la gran nación que son los Estados Unidos de Norteamérica.


Regreso ahora a mi esperanza ante la victoria del Senador Obama, ante su próxima presidencia

El nuevo presidente conoce muy bien su país y ha demostrado que comprende muy bien los anhelos de sus conciudadanos y sabe que por compartirlos ha logrado alcanzar la presidencia. Estoy seguro por ello de que sus comportamientos van a estar siempre orientados a conseguir lo que entienda como lo mejor para los suyo.

Además, el nuevo presidente americano tiene un profundo y vital conocimiento de las muy diferentes realidades de lo que es el mundo fuera del ser y de la cultura de su país. Sabe que el mundo es un todo y que el trozo de América que le ha nombrado es solamente una parte de ese todo en el que no puede mandar aunque sí influir.
Y sabe que para que exista y se mantenga el bienestar y el progreso en su tierra es imprescindible que una parte de ese progreso se comparta con quienes hoy no son amigos e incluso son fanáticos enemigos de cuanto encarnan los Estados Unidos.

Por ello, estoy seguro de que en los próximos años vamos a ver un esfuerzo serio y apasionante para mejorar la vida, el progreso y la pasión de ser más, de los ciudadanos norteamericanos y de las personas que vivimos en el resto en mundo.

Sin embargo hay tres o cuael tro pequeñas grandes cosas que me preocupan y me hacen temer el próximo mandato presidencial:

Me refiero a la tentación de frenar los progresos del libre comercio en favor de la protección de los sectores débiles o menos competitivos de la economía norteamericana, que puede acechar al hasta ahora Senador Demócrata.

Me refiero al peligro que puede existor de abandononar a su suerte, en pro de una falsa paz, al Estado de Israel, al Líbano, a Irak o a Georgia. O que se pueda aceptar una nueva derrota de todos nosotros en Agfanistan, o que no responda cuando fanáticos con poder, de todo el mundo le afrenten y le insulten mientras le exigen, sin razón alguna, cada día más y más.

Me refiero a la no imposible posible renuncia a que en Bolivia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y algún otros país de los que hablan español, sus naturales vivan en libertad.

Me refiero a que para “asegurar el bienestar” desde la nueva Administración se desplieguen controles y controles que frenen la iniciativa que da la libertad.

Me refiero a que, se incrementen, en todo el mundo quizá, los impuestos, para pagar un transitorio bienestar o que se incrementen los gastos, se frenen las inversiones y, sobre todo, que se planifique la economía cada día un poco más.

De todos modos, hoy puede en mí la esperanza y mi ilusión sobre los temores que me embargan. Y puede la esperanza porquem afortunadamente, el mayor valor de los norteamericanos es su amor a la libertad.

Creo que el cuadragésimo Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica es valiente, tiene conocimientos, capacidad y una gran voluntad. Por ello le deseo, desde el mayor de mis respetos, un extraordinario y feliz mandato.

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