miércoles, 21 de noviembre de 2012

476. IGNACIO, EL HIJO DE ISIDORO, HA MUERTO




Ignacio, el hijo de mi buen amigo Isidoro, luego de una larga enfermedad, con veintiocho años, ha muerto.

Desde ayer por la tarde  cuando lo supe, toda la noche, esta mañana en el  sepelio, ahora que escribo esto  y probablemente  por mucho tiempo, Ignacio, su madre, su hermano y su padre están  y estarán presentes en mis pensamientos.

Han sido muchos meses de dolor sin esperanza, días y días de angustia, horas llenas  de vacío, miles de minutos  llenos  de  presencias del pasado y   de recuerdos sin futuro,

Una larga,  casi eterna,  despedida. Millones de segundos  consumidos  en la intimidad de la familia, Ignacio, su madre, su hermano e Isidoro.

Arriba y abajo, caminando deprisa, la cabeza baja, escuchando el repetido ¿Qué te pasa Isidoro?

Nada. A  Ignacio, a su madre, a su hermano y a Isidoro,  les ha pasado tanto que no les ha pasado nada. La  propia vida que termina, la muerte próxima  del hermano y del hijo, nada, es  un  dolor tan espantoso  que por ser tan grande quizá es nada.

Y es todo. Ignacio ha vivido una vida, su propia vida, la vida que Dios, la Fortuna  o  el  Destino, le han  regalado y ha vivido. ¿Larga? ¿Corta?, ¿Realmente, importa? Sí importa, importa mucho, importa  a quienes le han querido e importa todo a  su madre y a su padre, para los que, pese a todo,  nunca se habrá ido.

Creo que la muerte de un hijo es la mayor tragedia que  pueden vivir unos padres   pero,  porque así es la vida,  Ignacio, en el dolor de sus padres, siempre estará presente y siempre estará vivo.

Sean  estas mis palabras muestra real de que, ahora y siempre, en su tristeza, acompaño en su sentimiento a la familia de Ignacio y a  ese hombre extraordinario que es  mi buen amigo Isidoro.

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