miércoles, 8 de febrero de 2023

1028. ES UNA MUJER ESTUPENDA, HASTA QUE ABRE LA BOCA


Antes de entrar en el contenido que responde al título de esta entrada he de escribir una advertencia previa: acepto con humildad que, de acuerdo con la sabia doctrina que predican las ínclitas mujeres del entorno monclovita, sacerdotisas ellas de muy antiguas religiones, soy un viejo,  asqueroso y engreído machista.

Y ahora sí, es una mujer estupenda, hasta que abre la boca, es la expresión, aunque frecuente en el pasado y hoy en desuso, que, en mi opinión, aúna y refleja con precisión las varias sensaciones que me producen, antes de hablar y cuando hablan las ministras, ayudantes o diputadas comunistas, mujeres de poco juicio, disparatado e imprudente, que han perdido la razón y, por ello, locas al decir del Diccionario de la Lengua.

No lo puedo remediar, las veo jóvenes, delgadas, con buen tipo, arregladas, algunas bien peinadas y hasta bien vestidas, las cejas marcadas, los labios pintados y brillo en los ojos, caminar animoso, con tablas al subir al estrado, dignas, seguras, sueltas ante el micrófono, y, acaso porque soy viejo y pienso lo prohibido, me digo: ¡qué mujer tan estupenda!; pero cuando abren la boca, ¡ah cuando abren esas boquitas!, dicen tantas palabras agrias, malsonantes, insultos vulgares, matonismo, amenazas y frases sin sentido, que, estoy seguro, se les pone la lengua negra, y yo, viejo, asqueroso y algo baboso machista, vuelvo a pensar y me digo, cruzando los dedos, esa mujer es un horror, ¡parecía tan estupenda, pero al abrir la boca ha mostrado la fea maldad que hay en su alma!

Sí, estoy más que harto de ver y escuchar día a día, todos los días, a esas mujeres monclovitas, nunca señoras, muy mal educadas, que, hablando peor que mal, no dejan de atacar todo cuanto pienso que es bueno y pretenden obligarme a asumir como buenas ideas y creencias que, en el fondo de mi corazón sé que son, por diabólicas, el peor mal.

Claro que también, lo digo porque soy viejo, engreído y machista, mujeres hay, entre las sacerdotisas monclovitas, también detestables, que ya antes de que abran la boca para hablar se adivina, porque no son guapas y se las ve enrabietadas, que van a soltar cualquier barbaridad.

Y, para terminar, también porque soy viejo, engreído y un asqueroso machista, debo proclamar que eso de que una mujer, sea guapa o fea, en la realidad es muy poco relevante, la belleza dura poco,  y  lo que al final cuenta es que la  persona, sea hombre o mujer, esté bien educada, piensa bien, hable como es debido y, sobre todo, de corazón quiera el bien para todos los demás.




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