sábado, 11 de febrero de 2023

1029. DE MIS MUCHOS PECADOS

 

Pues sí, con no poca tristeza, gracias a la sublime sabiduría e increíble bondad de las santas mujeres que dominan la nueva religión de España, he descubierto que durante 43 años no estuve casado con una mujer estupenda; que ella, Cristina, aunque mis ojos enamorados no lo vieran, no lo ocultó nunca, era una mala mujer, detestaba a los gatos, gaseaba a moscas y mosquitos, era enemiga a muerte de los murciélagos; asesinaba sin piedad  a los ratones que ponían las patas en casa, y ponía en la terraza terribles trampas para cazar a las avispas y luego, si hacía falta, no recuerdo cómo,  las mataba.

Y gracias a esas santas mujeres, ahora lo sé: Cristina, en su corazón, aunque yo no me diera cuenta, era toda maldad y, en lugar de amar, odiaba a esos seres hermosos, a los “bichos”, ¡que lengua la suya!, decía,  y los mataba.

Y, aún peor, es que ella, ¡qué perversa!, no se conformaba con hacer el mal, lo extendía a su alrededor y, con lágrimas o gritos, no tenía ningún reparo para exigir a su marido, a mí, y a sus inocentes hijos, ser cómplices en sus maldades: ¡mata a ese bicho asqueroso José Luis!, ¡date prisa, que se escapa!, ¡por ahí, por ahí, dale con la escoba!

¡Cuán grande es ahora mi angustia y mi dolor! ¡Cuánta tristeza acumula mi corazón! He sido en el pasado, aunque fuera unas veces por miedo y otras por amor, un monstruo sin corazón. 

Y no tengo disculpa, he vivido casi toda mi vida en el mayor de los pecados y no puedo, como Adán, culpar a mi Eva, no puedo justificarme, debía de haber descubierto los muchos engaños, que usaba, ¡lagarta, lagarta!, para hacerme comer la manzana: decir que un murciélago terrible, volando bajo, se enredó en su pelo, que era alérgica a los gatos, que los mosquitos contagiaban, que los ratones eran un asco, o que las avispas, ¡crueles!, eran un peligras porque picaban. 

Lo siento, lo siento tanto que, aunque seguro, Cristina vendrá esta noche, cuando esté dormido, me tirará de los pies y me llamará tonto; luego de mi examen de conciencia, lleno de dolor el corazón, hecho propósito de la enmienda, dejaré que si viene un ratón se coma la colcha de mi cama  y la tapicería de mi sillón, iré a confesar estos mis pecados ¡a la madre más santa!, y, por supuesto, sin que se enteren mis descreídas hijas, cumpliré,  la penitencia, aunque sea dar limosna al convento o aún sí es peor.

Amén

Notas: 

  • Parece que en la nueva Ley de Bienestar Animal están previstas penas de hasta 18 meses por matar, con la escoba,  a un ratón en la cocina de tu casa.
  • La fotografía que ilustra esta entrada es de higieneambiental,com



 

 

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