Ayer, 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, después
de ir a la compra, me sorprendí, muy agobiado, haciendo la lista de lo que tenía
que hacer para la comida del día de año nuevo.
Bueno, me dije, haré la lista, la revisaré dos veces, no olvidaré nada y, cuando la termine, me quedaré tranquilo, no tengo que preocuparme, ¡todo
saldrá bien!
Y claro, porque todo el trabajo que había hecho y el que
quedaba por hacer fue siempre propio e irrenunciable de Cristina, mi mujer, de
repente, desde su lugar en mi alma, ella volvió, con alegría, para estar conmigo
y hacer lo que hubiera que hacer.
Y, en ese momento, sin haber escrito una línea, con absoluta
añoranza, comencé a decirme un poemita, ¡lo expresa todo!, que por ella y para
ella, había escrito, en estas fechas, más o menos ayer. Dice así:
COSAS DE VIEJO: DE LA COMIDA FAMILIAR
Sobre un mantel bordado por ella,
descansa el
ejército de platos colocados,
copas altas,
cubiertos ordenados
y
servilletas bien dobladas.
Las
sillas hacen guardia
esperando la
llegada de las hijas
y los yernos,
del hijo, la nuera,
las hermanas y
los nietos.
Miro la mesa y
me pregunto: ¿Qué falta?
En el silencio
ella me dice: no te preocupes mi amor,
no falta
nada.
Los platos del
pan, ¿quito los de cristal y pongo los de plata?
¡Que no José
Luis, que no!, ¿por qué te empeñas si sabes
que no quiero
ni ver los platos de plata?
Está bonita
así la mesa, tan primorosa.
He movido los asientos,
nadie se va a sentar en su sitio,
y cuando
levante la mirada, en el otro extremo,
veré su
rostro sonriendo.
Y luego,
durante la comida, muy callada,
mi
mujer, mi vida,
presidiendo
la mesa, fijándose en todo,
como siempre,
seguirá conmigo.
3 comentarios:
Que bonito!!!
Hermoso tenerla siempre contigo
Entrañable, nostálgico. !Muy emocionante!
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