Aunque sé bien que pensar en el pasado para los viejos es normal,
hasta ahora para mí era algo extraño, en nada habitual; y acaso por ello, cuando
esto me ocurre, no puedo dejar, ¡soy viejo y tengo tiempo!, de pensar y
repensar.
Hace
algunos días, un muy buen amigo, Antonio RT, médico de gran saber y prestigio,
a sus 90 años, me dijo que había terminado de escribir sus memorias y me
explicó, con no poca satisfacción, que en doscientas páginas había reunido,
para conocimiento de sus hijos y nietos, los recuerdos de los hechos y, sobre
todo, los sentimientos que habían sido más relevantes en su dilatada vida.
Por
supuesto, espero y deseo leer muy pronto esta obra de mi amigo, para mí
quizá la más interesante de las muchas que ha publicado en su larga y
fructífera vida; además, el solo hecho de que Antonio haya escrito sus memorias ha sido un motivo
de seria reflexión.
Y, por
ello, he buscado en mi propia memoria los hechos y sentimientos que en
su momento, sin saberlo o sabiéndolo, resultaron ser puntos de inflexión en mí
carrera profesional y personal, para tropezar con varias curiosas y terribles sorpresas.
Así, me ha sorprendido ver que algunas decisiones aparentemente importantes en su día, carecieran más tarde de relevancia, y que, por el contrario, otras aparentemente
banales, resultaron ser el comienzo de cambios radicales al poco tiempo.
Y, acaso
más que lo anterior, ahora me asombra, que decisiones “acertadas”, produjesen
auténticos desastres y que “errores” crasos desde todos los puntos de vista, no
fueran tan malos.
Pero, lo
que más me inquieta ahora, cuando lo he pensado de viejo y despacio, es que las
“mayores desgracias”, ocasionadas siempre por mis propios errores, esas que,
cambiando el rumbo, más me costaron, fueron varias, en esfuerzo, trabajo,
dinero y, sobre todo en desánimo y sensación de fracaso, curiosamente, me
llevaron a vivir situaciones inéditas, a adquirir
conocimientos nuevos, a conocer personas valiosas y, en suma, a descubrir, al
menos un poco, el sentido de la vida.
Y, me he hecho, sobre varios de esos “mayores desastres”, dos preguntas sencillas. La primera: ¿si pudiera volver al pasado, cambiaría el pasado para seguir en el camino que seguía, renunciando a lo que vino después? La segunda: ¿fueron realmente “desastres" o simples “correcciones” para devolverme a un sendero que había perdido?
La
respuesta a la primera, ¡qué extraña es la vida!, es No, a pesar de lo mucho
malo de aquellos “desastres” y de lo mucho que me costaron, no renunciaría a lo que vino después.
Pero a la
segunda, es muy duro confesarlo, la respuesta es que, ahora, pasados los años, con el
saber de viejo en mis manos, no lo sé. Y para complicar mi pensamiento, vienen
a mi memoria, pueden ser ciertas y me atormentan, unas palabras de santa Teresa
de Jesús, aquellas que dicen: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”.
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