domingo, 8 de diciembre de 2024

1166. COSAS DE VIEJO: DE COMO DIOS ESCRIBE DERECHO CON RENGLONES TORCIDOS

 

Aunque sé bien que pensar en el pasado para los viejos es normal, hasta ahora para mí era algo extraño, en nada habitual; y acaso por ello, cuando esto me ocurre, no puedo dejar, ¡soy viejo y tengo tiempo!, de pensar y repensar.

Hace algunos días, un muy buen amigo, Antonio RT, médico de gran saber y prestigio, a sus 90 años, me dijo que había terminado de escribir sus memorias y me explicó, con no poca satisfacción, que en doscientas páginas había reunido, para conocimiento de sus hijos y nietos, los recuerdos de los hechos y, sobre todo, los sentimientos que habían sido más relevantes en su dilatada vida.

Por supuesto, espero y deseo leer muy pronto esta obra de mi amigo, para mí quizá la más interesante de las muchas que ha publicado en su larga y fructífera vida; además, el solo hecho de que Antonio  haya escrito sus memorias ha sido un motivo de seria reflexión.

Y, por ello, he buscado en mi propia memoria los hechos y sentimientos que en su momento, sin saberlo o sabiéndolo, resultaron ser puntos de inflexión en mí carrera profesional y personal, para tropezar con varias curiosas y terribles sorpresas.

Así, me ha sorprendido ver que algunas decisiones  aparentemente importantes en su día, carecieran más tarde de relevancia,  y que, por el contrario, otras aparentemente banales, resultaron ser el comienzo de cambios radicales al poco tiempo.

Y, acaso más que lo anterior, ahora me asombra, que decisiones “acertadas”, produjesen auténticos desastres y que “errores” crasos desde todos los puntos de vista, no fueran tan malos.

Pero, lo que más me inquieta ahora, cuando lo he pensado de viejo y despacio, es que las “mayores desgracias”, ocasionadas siempre por mis propios errores, esas que, cambiando el rumbo, más me costaron, fueron varias, en esfuerzo, trabajo, dinero y, sobre todo en desánimo y sensación de fracaso, curiosamente, me llevaron a  vivir situaciones inéditas, a adquirir conocimientos nuevos, a conocer personas valiosas y, en suma, a descubrir, al menos un poco, el sentido de la vida.

Y, me he hecho, sobre varios de esos “mayores desastres”, dos preguntas sencillas. La primera: ¿si pudiera volver al pasado, cambiaría el pasado para seguir en el camino que seguía, renunciando a lo que vino después? La segunda: ¿fueron realmente “desastres" o simples “correcciones” para devolverme a un sendero que había perdido?

La respuesta a la primera, ¡qué extraña es la vida!, es No, a pesar de lo mucho malo de aquellos “desastres” y de lo mucho que me costaron,  no renunciaría a lo que vino después.

Pero a la segunda, es muy duro confesarlo, la respuesta es que, ahora, pasados los años, con el saber de viejo en mis manos, no lo sé. Y para complicar mi pensamiento, vienen a mi memoria, pueden ser ciertas y me atormentan, unas palabras de santa Teresa de Jesús, aquellas que dicen: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”.

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