Que la vida enseña es una verdad que, porque soy viejo, procuro no olvidar,
Y esto
es, aunque doloroso, especialmente necesario cuando en la vida aparecen hechos
muy, muy desagradables, que te revuelven el ánimo, tu corazón se subleva y, sin
pensarlo primero, comienzas a hacer planes para luchar o, si ves que el coste
es demasiado grande, o no puedes ganar, a buscar la manera para que el otro,
los otros, ¡arrieritos somos y en el camino nos encontraremos!, paguen en el futuro, al mayor precio posible,
el mal que tú, ahora, estás recibiendo.
Que el
mal siempre, incluso el “mal menor”, es mal, es muy cierto, y causa dolor a quien lo
recibe, pero, además, con frecuencia, es aún peor para quien lo ha causado; la
mayor víctima del mal es, al final, quien lo ha causado; a fin de cuentas, lo
resume el viejo dicho, “en el pecado está la penitencia”.
Cuando
eres joven te parece que “devolver bien por mal” puede estar muy bien para “los
santos”, pero es ridículo y una estupidez, Sin embargo, con el paso de los
años, poco a poco, aprendes, ¡cuesta!, que, incluso para uno mismo, es mejor
devolver bien a quien te hace el mal.
Y, para
colmo, en el extremo, te das cuenta, no es virtud, solo es saber, que conformarte con el mal menor, es mal, sigue siendo una barbaridad, sin duda,
aunque cuesta mucho, mucho, trabajo, es mejor agachar la cabeza y hacer el
bien.
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