miércoles, 15 de enero de 2025

1121. COSAS DE VIEJO: DE LAS SORPRESAS EN LA PROXIMIDAD DE LA MUERTE


A lo largo de los últimos años, con dolor, he asistido a la muerte de personas muy queridas; mis padres, mi mujer, miembros de la familia, amigos y compañeros en la vida, permaneciendo en mi corazón, han fallecido.

Y eso es normal. La edad no perdona, el tiempo se acaba y  porque soy viejo, mayor corrige siempre mi amigo Gaspar, poco a poco, he ido aceptando la proximidad de la muerte sin pensar en ella y, ciertamente, sin preocupación ni temor.

Sin embargo, hay algo que, a veces, por llenarme de curiosidad no deja de inquietarme: si ya soy viejo, si mi trabajo ha terminado, la enfermedad está instalada en mi cuerpo, siempre estoy cansado, y fuera verdad, como me enseñaron de niño, que el regalo inmenso  de la vida es fruto de infinitas causalidades, tiene un por qué, un para qué, y es en nada capricho de la suerte, ¿qué sorpresas, buenas o malas, me están esperando en la proximidad de la muerte?

Y, al final, cuando llego a este punto, siempre me ocurre lo mismo, abro los ojos, levanto la vista, la luz del sol si es de día o el brillo de las estrellas si es de noche, me alegran el alma y me digo: calma José Luis, ¡calma!, no te inquietes, aún en la proximidad de la muerte, es bueno vivir con esperanza.

 

Nota: hoy, 15 de enero es el día en que mi madre hubiera cumplido 101 años, ¡qué jovencita era cuando me tuvo a mí!, y el pensar en su larga y fructífera vida me ha hecho recordar en esta entrada que, como la suya, mi vida, todas las vidas, tienen siempre un propósito y un final.

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