lunes, 24 de marzo de 2025

1137. COSAS DE VIEJO: DEL VICTIMISMO Y LA IMPOTENCIA

 

Hoy, aunque luce el sol, quizá porque la lluvia de las últimas semanas y las noticias de esta noche en la radio, me han afectado, me siento pesimista y no puedo evitarlo: en el mundo enloquecido que nos está regalando el presidente norteamericano la mayor parte de los países está buscando, mediante el refuerzo o la construcción de nuevas alianzas, la forma de defenderse y sobrevivir a los ataques del señor Trump. Sin embargo, las naciones hispanas, víctimas seguras del prepotente y despiadado anglo, siguen intentando  minimizar los riesgos, contemporizando como pueden, cada una por su parte, sin intención de hacerlo juntas, con el enemigo común.

Afortunadamente, en nuestras sociedades hispanas, está despertando y creciendo el interés y el deseo de conocer y reivindicar lo positivo del Imperio y avanzar hacia una nueva Hispanidad,

Y, aunque creo que eso es bueno, muy bueno, me perturba pensar que, al menos por ahora, incluso entre quienes participamos en esta idea existe todavía un profundo sentimiento de derrota que, trufado con victimismo, es un obstáculo que, si no lo superamos, hace imposible la victoria.

Sí, es verdad que los franceses, los holandeses y los anglos, sobre todo los anglos, vencieron al Imperio y lo destrozaron. También es verdad que arrasaron España y robaron tierras y otras riquezas del resto de las Españas. Y, no cabe ninguna duda, lo hicieron porque consiguieron y usaron la complicidad de muchos españoles.

Nos lamentamos por ello, y nos  lamentamos tanto que, como pidió la sultana Aixa a su hijo Boabdil el Chico, allá en 1492, desde que fuimos derrotados, no dejamos de llorar como mujeres lo que no supimos defender como hombres.

Y  llorando, llorando mucho, como amantes traicionados, vivimos solos, escondidos en rincones separados, enrabietados, impotentes y  resignados, culpando a los demás de nuestras desgracias y, al mismo tiempo, llenos de rencor, soñando venganza y haciendo nada.

Además, por si acaso, por si se nos acaban las lágrimas, de cuando en cuando, los anglos, para que no olvidemos que “estamos derrotados” nos dan otro palo, en Chile, en Argentina, en México, en cualquiera de las Españas, y ahora mismo, persiguiendo en Estados Unidos a los hispanos y golpeando nuestras economías y nuestras almas.

Y, me pregunto: ¿Qué ha de pasar para que, olvidada la impotencia, dejemos de seguir llorando, hablemos entre nosotros, obviemos nuestros rencores, nos perdonemos y, recuperado el ánimo, unidos, o al menos aliados, nos defendamos y ataquemos, con vocación de victoria, a quienes, realmente, los anglos, nos derrotaron?

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