Las personas que juegan tienen su mayor placer en el hecho de ganar. Claro que hay personas que gozan mucho con la sola posibilidad de jugar, aunque sea casi imposible ganar.
Jugar con personas que tienen mal ganar, aunque tengan buen perder, es un desafío, acaso porque el juego tiene el aliciente añadido de, además de vencer, evitar que el otro disfrute, a tu costa, de su victoria.
Evidentemente, por razones obvias, si el jugador, además de mal ganar tiene mal perder, lo mejor es no jugar, dejarle solo y no jugar con él.
De todos modos, el peor y más peligroso jugador es el que además de no saber ganar ni saber perder, miente y hace trampas, hay que huir de él como de la peste.
Jugar con personas que tienen mal ganar, aunque tengan buen perder, es un desafío, acaso porque el juego tiene el aliciente añadido de, además de vencer, evitar que el otro disfrute, a tu costa, de su victoria.
Evidentemente, por razones obvias, si el jugador, además de mal ganar tiene mal perder, lo mejor es no jugar, dejarle solo y no jugar con él.
De todos modos, el peor y más peligroso jugador es el que además de no saber ganar ni saber perder, miente y hace trampas, hay que huir de él como de la peste.
Es evidente que cuando vemos a un jugador, sin pudor alguno, decir la frase “se dan lecciones”, hay que salir corriendo y marcharse lo más lejos posible porque si nos quedamos cerca estamos arruinados.
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