miércoles, 13 de enero de 2021

918. DE LA NUEVA NORMALIDAD 62

 

EL MUNDO QUE APENAS VISLUMBRAMOS Y EN EL QUE YA VIVIMOS

El manto de nieve, preciosa y blanca, que, durante unos días, muy pocos, lo ha tapado todo, ha dejado paso al hielo que cubre los suelos, problemas de movilidad, cortes de luz, algún desabastecimiento, accidentes de todo tipo y nuevas y mayores alarmas ante la extensión del virus de una pandemia que sigue viva.

De nuevo estamos inmersos en los mismos problemas: la pandemia, otra vez en alza; la inepcia, (y lo que sea), de nuestros políticos; la importancia de las vacunas, el debate social sobre su bondad y las dificultades para conseguir vacunar a una parte significativa de la población en el medio plazo y la terrible crisis económica que ya se siente, y se sentirá mucho más todavía, en nuestra sociedad. Es decir, parece que estamos, con la excepción de que ya existe la vacuna, lo mismo que hace dos meses.

Y sí, pero aunque en España, con lo nuestro tenemos más que suficiente para estar preocupados y lo que ocurre por ahí fuera apenas es una película de miedo que a nosotros no nos afecta, la realidad es que, al igual que los norteamericanos, los británicos, los mexicanos e incluso los chinos, estamos avanzando sin darnos cuenta, y muy deprisa, en mundo nuevo en el que todo parece que irá a peor.

Hace tres meses estaba marcada la fecha, el 31 de diciembre, para su salida de la unión Europea, los británicos seguían perteneciendo a la EU, el Brexit era tema de discusión en el Parlamento y en los medios de comunicación; y la pandemia y sus consecuencias era, sin ninguna duda, la mayor preocupación de los ciudadanos, por otra parte divididos por la mitad  sobre la bondad o maldad de separarse del resto de los europeos. Hoy, sin embargo, porque se ha hecho un nuevo tramo del camino, los británicos tienen menos facilidades para viajar por Europa, el transporte de mercancías entre las islas y el continente cuesta más papeles, tiempo y dinero, algunos sectores económicos, por ejemplo la pesca, de pronto tienen enormes problemas, están perdiendo ventas, clientes y mucho dinero. Y, para animar las cosas, la pandemia no cesa, la sociedad está confinada y los escoceses parece que están decididos, lo dicen sus políticos todos los días, a romper el Reino Unido y, hacer que, como estado independiente, Escocia vuelva a la Unión Europea. Para colmo, los británicos, que desde hace siglos se han considerado los seres mejores del mundo, al fin están descubriendo que eso es un sueño del pasado y que, de cara a mañana, pintan bastos.

De los mexicanos podríamos hablar mucho, hace tres meses AMLO, su presidente, aunque con alguna pequeña oposición, era algo así como Dios, y se lo creía. Hoy la pandemia sigue matando gente, el gran país que es México sigue con el mismo o más narcotráfico, campea la corrupción y los mexicanos, para después de AMLO tienen ninguna ilusión.

No, no continuaré con los ejemplos, dejaré de lado lo que sucede en Polonia y en Hungría, no diré nada de la vuelta del Imperio Otomano que sueña para sí Erdogan en Turquía, ni de cómo Rusia se sostiene porque Putin tiene unas muy poderosas bridas. No, tampoco mencionaré, por no hablar de China, que en Alemania la señora Merkel dentro de unos días nos va a dejarnos huérfanos y, Dios no lo quiera, puede heredarle otra persona, para nosotros, quizá una mala madrastra.

En 2013, Moisés Naím publicó un libro excepcional, El fin del poder, que en su día me hizo pensar mucho y, en estos últimos tiempos lo he convertido en uno de los elementos que me ayudan algo al comprender lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. En esta obra, su autor afirma, (lo tomo de la entrada que sobre el tema publiqué en este blog en febrero de 2014), que la sociedad globalizada de los comienzos del Siglo XXI se caracteriza por estar inmersa en tres grandes revoluciones:  del “más”, de la “movilidad” y de la “mentalidad. La revolución del “más”, está aplastando las barreras del poder; la de la “movilidad”  ha provocado el final  del público cautivo y  la de la ”mentalidad “  ha conseguido que ya nada pueda darse por descontado. Y, que la suma de las tres revoluciones ha creado un panorama cambiante con grandes y continuados cambios.

El poder, añade Naím, aunque siga habiendo muchas situaciones de concentración, se ha diluido en multitud de “pequeños poderes”, y la capacidad de “hacer cosas” que antes tenían quienes poseían poder se ha limitado y, esto es importantísimo, la vida de las hasta ahora poderosas del todo intocables organizaciones, políticas económicas y sociales, ha entrado en una situación de permanente incertidumbre y constante riesgo.

Y, para concluir con esta nota sobre el pensamiento de Naím, mostrar mi asombro al tomar conciencia de que aún hoy, en medio de una tormenta de cambios, hay millones de personas, (muchas muy capaces y muy próximas a mí), de organizaciones y de empresas que  no ven lo que está sucediendo, no creen que lo que pasa fuera de ellas (o fuera de España, o fuera de México o fuera de la propia ciudad o pueblo) les pueda afectar de una manera radical y siguen viviendo como si no pasase nada, como si ellas estuvieran en una isla, protegidas de los peligro del mundo y  fuera del mar embravecido lleno de incertidumbre y la presencia constante de enormes  peligros y  de increíbles oportunidades.

Y paso comentar, aunque sea levemente, otra idea que, con las anteriores, contribuye a bosquejar el dibujo de lo que puede ser el mañana que ya estamos viviendo: esa idea es la lección que, una y otra vez, hemos vivido en nuestros mayores y nos da la Historia.

No retrocederemos mucho, solo a lo que nos es próximo: Roma, la Roma Eterna, el Imperio Romano, novecientos años, con trescientos años creciendo, quinientos de tranquila eficiencia y doscientos preparándose, para llegar, a su final. No lo mataron, como nos dijeron en el colegio, los bárbaros; el germen de su destrucción nació en su interior: más gente más ideas, más empresas, más intereses, más discordia, más y más de todo; más movilidad de gentes entre las provincias y dentro y fuera del Imperio y, sobre todo, cambios en la mentalidad de los ciudadanos, hicieron que con el pequeño empujón de los amigos bárbaros, muchos eran amigos, dejaron el Imperio Romano en nada. Incluso Italia quedó tan dividida que solo volvió a ser una hace doscientos años.

El Califato de Córdoba, el gran logro de su tiempo, desde dentro, de partió en muchas taifas que, con el tiempo dejaron de ser islam.

Y la Iglesia Católica, a pesar de todo una sola hasta Lutero. Más y más grande y más poderosa, más y más órdenes religiosas, más y más cardenales, más y más ritos, más y más reflexión, más y más disidencias, más y más corrupción; todo dentro. Y, preparándose durante casi doscientos años, en menos de treinta se perdió, además del poder político y económico, la mitad de los bautizados (el cristianismo solo estaba, en el tiempo de la Reforma, en Europa).

El Imperio Español duró más de trescientos años y no lo mataron los ambiciosos ingleses, los avarientos holandeses ni los ansiosos franceses; lo mataron, desde dentro españoles de todas las Españas y, cuando pienso en ello, me asombra que la actual España aún sea algo mayor de lo que era Castilla antes de que comenzase a hacerse grande con Isabel I, la gran reina de España.

¿La Unión Soviética? El gran logro del comunismo que, durante setenta años, además de ser gran potencia, infundiendo en todo el mundo a unos terror y a otros esperanza, parecía eterna, en unos meses, porque desde dentro se estaba gestando, con un pequeño empujón de Regan y las oraciones del Papa Juan Pablo II, quedó en una Madre Rusia que sin Putin se puede convertir en nada.

Por supuesto, los Estados Unidos de Norteamérica, sin la ayuda de nadie, lo mismo que el Reino Unido, Bolivia o el Reino de España, pueden partirse en pedazos, igual que pasó hace unos años, con los taifas.

Y, ahora volvamos al título de esta entrada, al mundo que apenas vislumbramos y en el que ya vivimos.

No sé si Estados Unidos, el Reino Unido, España, Bolivia, la Unión Europea o China, ésta quizá más tarde, se van a romper, tampoco sé si la Silla de Pedro se está preparando para que la ocupe, como último papa, Pedro el  Romano, tampoco sé si el mundo que viene, ese en que hoy vivimos, va a ser de una u otra manera, pero de dos cosas sí estoy absolutamente seguro: en todas las grandes crisis, a la caída de los grandes imperios, a la muerte de las grandes naciones, siempre han seguido tiempos difíciles, tiempos de guerras intestinas, hambre, retrocesos en el bienestar social y, hasta catástrofes naturales que la naturaleza regala cuando quiere y, sin duda, cuando en nada nos convienen. Y, lamentablemente, pienso que el camino que estamos recorriendo avanza, cada vez más rápido, hacia tiempos muy duros y peores.

Ahora bien, como enseña la Historia y porque es ingente el amor y el talento el acumulado de los casi ocho mil millones de seres humanos que tiene hoy la tierra, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, pasado un tiempo, como siempre ha sucedido, vendrán tiempos que, sin lugar a dudas, serán mejores que los mejores que antes de ahora, como especie, hemos vivido.

 


2 comentarios:

Fermín dijo...

Brillante artículo. Descomunal. Enhorabuena maestro.

JOSE LUIS MINGO dijo...

Muchas gracias Fermín, como siempre, eres muy generoso