miércoles, 20 de enero de 2021

919. DE LA NUEVA NORMALIDAD 63

 

DE ESO, TAN MALO, DE PERDER EL TIEMPO

 

Aunque en estos días, ¿quién sabe por qué?, no de dejo de leer y reflexionar sobre cuanto implica la polémica sobre la libertad de expresión desatada por la expulsión de Donald Trump de las redes sociales y sobre la prohibición de la  venta, por las grandes tecnológicas, de los datos personales de sus usuarios, levantada por Carissa Veliz, en este miércoles lluvioso de enero, durante un rato, porque hay motivo, dejo de lado tan apasionantes temas para escribir sobre lo inmediato.

Hoy, como un grito, suenan y resuenan en mis oídos noticias grandes que anuncian cambios: la toma de posesión, como Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, de Joe  Biden y la mala salida del cargo del, tan querido y tan odiado, Presidente Trump; el iniciado relevo, en la CDU alemana,  de Ángela Merkel por Armin Laschet; el encarcelamiento, en Rusia, del opositor Alexéi Navalni; las cosas que dice (y hace o no hace) AMLO; las golpizas, en Guatemala, de otra caravana de migrantes hondureños que avanza hacia un Norte soñado de paz y bienestar; y todo cuanto escucho y leo,  lo siento entre algo muy  próximo y también muy lejano, quizá porque estoy, aunque en el mundo, en un rincón del extrarradio.

Y, más a más, porque están gastadas de tanto oírlas, apenas son para mí susurros que poco importan las noticias que se cuentan en los medios de comunicación, sobre lo que dicen o no dicen, hacen o no hacen, nuestros políticos. 

Por el contrario, en mi hoy, lo que está, de verdad, y casi único presente, es el dolor que me oprime por la muerte, en soledad, de personas muy queridas, por los contagios de varios amigos y, sobre todo, por el miedo que, como niebla cada día que pasa más densa, se extiende a mí alrededor.

Pero, siempre hay un pero, y a veces bueno, entre el ruido, el dolor y la obscuridad, me abruma, día a día con mayor fuerza, la convicción no ya de la locura que es, por inhumana, rendirse a la adversidad, sino al hecho concreto, quizá el peor de todos, de perder el tiempo.

Y, todo esto lo pienso y lo grito porque, cuando todo es adverso, se hace sencillo, para todo el mundo y en especial para “los viejos”, caer en la tentación de, hasta que se acabe la pandemia, hasta que estemos vacunados, hasta que cambie el gobierno, hasta que Dios lo quiera, perder el tiempo.

Y, ¿tiene sentido la vida si mientras dura, es corta, la hacemos inútil perdiendo el tiempo?

Creo que, a veces, porque no lo pensamos, o no lo queremos, hacemos menos en la vida de lo que hacen, sin voluntad propia, los buenos perros.

 


1 comentario:

Unknown dijo...

Crono y Kairos. El primero no interesa demasiado.El segundo es el que hace que seamos. Siempre tendremos alguna tarea que realizar, con la ayuda del Kairos, que es el tiempo de Dios.