Se incluyen en esta entrada las páginas 13 y 14
del texto Escrito a mano para no
olvidar.
El dolor ajeno es apenas una palabra, y las lágrimas de los demás solo
son agua. Estas dos frases me atormentan por su absoluta realidad, terrible sin
ninguna duda.
Creo que yo jamás hubiera podido ser un martir de ninguna fe, ni un
guardián de secretos ante un torturador, ni el protector de nadie ante un
peligro que supusiera vencer al dolor.
Y, en eso estoy, en el dolor agarrado a mis partes, en realidad al
escroto, y al cuerpo todo que parece está al servicio de ese dolor.
Aquí, no se la razón como en otras partes, se resisten a apagar el
dolor, te dan un pequeño calmante y guardan el que sería suficiente para cuando
lo que te duele sea más de lo que esa droga puede apagar
Cristina, lo recuerdo bien, se resistía a la morfina, quizá porque le anulaba
un poco, quizá mucho, su capacidad para pensar
solo pedía “un rescate” cuando le dolía mucho; y tenía siempre puesto un
parche que atenuaba la mayor parte de la
carga del dolor.
Dentrio de un ratito vendrán a verme mis hermanos o quizá, mis hijos.
Me gusta mucho que vengan y sentir su cariño, pero no quiero que que estén aquí
mucho rato, es mejor que gasten su tiempo con los niños, juntos, eso es lo que pasados
los años construye las familias.
Y ahora, sigue el dolor, y, ¿qué hago? ¿Llorar?
Han pasado 49 años desde el lunes 7 de abril de 1974, el día que nació
mi hijo Luis.
Y, salvo el niño y yo, su padre, el resto de las personas que compartieron
la alegría de ese día ya no están.
Cristina, la joven madre a la que tanto gustó el niño, moreno y peludo, que era
su hijo; mi madre y mi suegra, mi suegro y mi padre, eran buenas gentes.
Dice Gonzalo, mi hermano ya, que escriba lo que siento y lo que veo en
los restos de lo que he pasado y la convalecencia; el miedo, la esperanza, el
dolor, la soledad; soledad no he sentido, estoy rodeado de mi familia y de
muchos amigos, casi no se cuantos y no entiendo del todo las razones por las
que existe ese aprecio.
Mis alumnos, creo, en general estaban contentos conmigo como profesor,
pero ahora me parece que era más por talante que por los contenidos de las
materias que impartía. Quizá porque ofrecía ideas sobre un mapa lleno de obviedades
que aporta nada y siempre me sorprende, para mal, cuando tropiezo con ellas.
Pero, me desvío. Dentro de un ratito, ya, iré a la calle, ¡tengo que
resistir! A celebrar el cumpleaños de Luis, 49, espero que el 50 sea mejor.
Bien, ya está, el 7 de abril de 2024, recordando aquel otro 7 de abril de 1975.
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