Si reflexionamos sobre las bases en las que se asienta el prestigio profesional de las personas que lo tienen, encontramos tres elementos clave:
El primero es que han sabido dar solución a problemas para otras personas imposibles।
El segundo, siempre menos conocido, que no pocas de las situaciones muy bien resueltas, en algún momento estuvieron a punto de convertirse en desastres que hubieran costado enormes disgustos a quien finalmente triunfó.
El tercero es que, en todos los casos existía bastante riesgo y se requería mucho valor.
Por eso, cuando los jóvenes profesionales me dicen que en su entorno hay problemas siempre respondo de la misma manera: Aprovecha la situación y da gracias porque donde hay problemas existen oportunidades de la misma o mayor magnitud para quien sepa verlas y tenga suficiente valor
Claro que, hay un freno para que la gente joven acepte mi consejo, y lo entiendo, Estamos viviendo un terrible Estado del Bienestar que incluye una más que detestable Cultura de Igualdad, que está generando una sociedad en la que las personas pueden tener y progresar algo sin gran esfuerzo y poco riesgo, se anima a vivir y consumir igual que los demás, se estimula a trabajar lo imprescindible, se favorece estudiar poco, se premia evadir los problemas y, sobre todo, se penaliza arriesgar।
¿Quién va a trabajar si no existe el premio?। ¿Quién va a arriesgar si no existe la recompensa?
Solo me anima pensar que llevamos pocos años de tanto bienestar, que por el camino que vamos esto no puede durar y que en la herencia genética de los españoles y de los europeos en general, está grabada con fuego la idea de que para ser alguien hay que trabajar duro y arriesgar.
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