viernes, 24 de noviembre de 2017

752. BODEGA EL RECODO: UNA EXPERIENCIA Y UN GRAN PLACER





A una hora de AVE y otra media de taxi, en la entrada del valle del Esgueva, una doble hilera de  álamos cubre la carretera y enseguida, en un  feo día de noviembre estamos en nuestro destino,  al pie de la torre de  una gran iglesia, el centro de un antiguo  pueblo castellano. Hemos llegado, estamos en Esguevillas de Esgueva.

Veo a mis buenos amigos, Luis  y Pedro de pie, junto a la escalinata del templo, observando el lugar  en silencio;   bien que  llevan  muchos kilómetros  inmersos en las muchas  dudas que  regala el gris triste de esta  mañana a nuestra estancia en el campo de Castilla.

Dos personas  no están esperando;  van vestidas de oscuro, una de rostro limpio, la otra bajo una gorra gris y  un gran  bigote entrecano, y las dos,  con  expresión alegre y sonrisas amplias, se nos acercan, son Vicente e Isidoro, nuestros anfitriones en Esguevillas  de Esgueva  y en Bodega el Recodo. 



En pocos minutos el ambiente es grato y familiar, acaso porque Luis es descendiente directo de  Don Blas de Lezo  y  Vicente experto  en la vida  y obras del gran héroe español, Isidoro y Pedro comparten además de amigos mil experiencias en  eso de los vagones y las locomotoras de la alta velocidad, la conversación es fluida y, para mí, que soy el único no ingeniero y en todo lego, apasionante.


A pocos pasos de la Iglesia, a la izquierda, está la bodega. Es un edificio alto,  parece de una sola  planta; en el  exterior un patio  en el que comparten espacio, primero la bandera de España, un precioso ciprés, las cubas con el nombre de  la bodega,  el Recodo,  luego  el gran portalón de que da acceso al interior, un pozo y un abrevadero del siglo XIX  cargados de  flores, grandes cubos de acero alemán unos vacíos y otros con clarete de este año, toneles de variadas hechuras y otros objetos  que, según nos explican, todos tienen utilidad.


Los minutos pasan deprisa y el tiempo para la visita corto, apenas hemos gozado el sabor del patio cuando Isidoro nos urge para volver a la iglesia: Mariano nos está esperando.

Mariano es Don Mariano Díez Loisele, el erudito que, junto a su mujer Mary  y las mujeres del pueblo, ha sacado de lo anodino  y restaurado la hermosísima iglesia de Esguevillas de Esgueva.

Es un templo del siglo XVI, edificado sobre otro menor, quizá  una ermita, con la nave central herreriana, copia de la Catedral de Valladolid, y gótico en el resto. 


 

La primera impresión es deslumbrante: un suelo de madera impecable, limpia, brillante, un retablo de transición, entre  renacentista y barroco, con un grande y  precioso San Torcuato,  una pequeña  virgencita románica del siglo XIII, impecablemente restaurada, bajorrelieves, imágenes del XVII, cuadros del XVIII y XIX…una joya.

La sacristía, el coro, el cuarto del tesoro de la iglesia con la custodia, varios cálices, cruces, candelabros, casullas, capas pluviales y una mitra que Mariano piensa es uno de los indicios que  hacen pensar que, en otro tiempo, un abad fuera la cabeza de este santo  lugar.

Las explicaciones de Mariano nos hacen disfrutar la belleza de una alhaja escondida en Esguevillas  y nos hace saber de  las muchas joyas románicas, los castillos y los muchos lugares  con historias y también leyendas  que llenan el valle del Esgueva.
 
Pasadas las dos de la tarde cruzamos el portalón de El Recodo. En una pantalla gigante casi abruma, la imagen de Don Blas de Lezo, blandiendo la espada,  en Cartagena de Indias.

 

Vicente e Isidoro nos explican el proceso que lleva, desde las vides hasta las botellas, su gran obra, el carralasmayas. Desde el cuidado de las vides, la vendimia, la primera fermentación, el sombrero y el pisado, las precauciones y  controles y los sustos  a lo largo del tiempo…




La comida, en el comedor de la bodega, un lujo: pimientos  rojos asados por Vicente que también nos ofreció un muy buen bacalao al pil pil; deliciosas chuletitas de cordero preparadas por Isidoro, ensaladas y postres,  todo regado con  dos botellas de clarete Blas de Lezo y tres o cuatro de carralasmayas 12 + 12.


Pero si las viandas fueron buenas, la conversación una delicia: Don  Blas de Lezo, el pueblo y el valle, castillos, iglesias románicas, historias  y leyendas, Colombia y  México, todos los comensales conocen México; más recuerdos de  Don Blas de Lezo;  los trenes del mundo, desde el tren de las nubes y el primer pendular hasta los de alta velocidad…  

Y otras  sorpresas: un  ejemplar de mi novela “Julia”, muy a la vista,  en una mesa auxiliar y el gusto  de poner nuestros nombres  en el libro de honor de  Bodega el Recodo.

El tiempo pasa deprisa, para  volver  con tiempo al AVE tuvimos que levantar la mesa y,  tras un paseo por el centro de Esguevillas de Esgueva, dejamos a Isidoro, con Ángel su ayudante y Ori su perro,  al cuidado de la bodega y, con Vicente, regresamos a Valladolid para tomar el tren de regreso a Madrid.

En resumen: un viaje magnífico en el que hemos conocido la Bodega el Recodo, hemos bebido su clarete Blas de Lezo, hemos saboreado su carralasmayas 12 + 12 y, sobre todo, disfrutado el placer de habernos sentado en la mesa de dos hombres que, por ser extraordinarios, ha sido un honor conocer: Don  Isidoro Herrero y Don Vicente Lorente Herrero.

Sí, ciertamente, el viaje de este día 23 de noviembre de 2017  será para Luis, para Pedro y para mí, un muy buen recuerdo.


Nota:
La dirección del espléndido blog, centrado en la historia local de Esguevillas y  en el valle del Esgueva,  de  Mariano Díez Loisele
es  http://relatosdemarianodiezloisele.blogspot.com.es








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