sábado, 28 de marzo de 2020

826. PREOCUPACIÓN…(CORONAVIRUS 12)


Quizá  porque tengo un gran disgusto, uno de mis amigos, muy querido,  está ingresado en el hospital, no sabemos si infectado con el virus; me agobia cada día un poco más estar encerrado en casa y   también porque me horroriza lo que estoy viendo  del gobierno, de “los suyos”  y de sus “terminales mediáticas”, aunque estamos terminando el sábado, he abierto el ordenador y, con no poco esfuerzo, para que las lean mis amigos, he reunido, haciendo frases,  unas cuantas palabras. 

Parto de señalar la profunda preocupación que, literalmente, no me deja dormir tranquilo porque me despierto una y otra vez  pensando en la multitud de personas que ahora mismo, viejas y  solas  están encerradas en casa sin apenas  recursos para comprar nada, y en los cientos de miles, acaso millones, siempre las más pobres y  menos favorecidas,  que van a padecer  las consecuencias de la crisis económica que va a dejar, cuando se marche, el coronavirus.  

Y, pienso también, con alguna esperanza, en que la actuación  de la Unión Europea, con todas sus limitaciones y todos sus problemas, puede si no resolver sí atenuar  mucho este  drama que, sin el esfuerzo de todos y la ayuda de Dios,  puede devenir en largos tiempos de  terrible tragedia.

Pero también he de decir que desde hace días, hay otro tema que me atormenta,  sobre todo desde que he leído los parece que  insignificantes resultados de la reunión que telemáticamente han mantenido,  ayer o antes de ayer, los Jefes de Estado y Gobierno para analizar la situación de la pandemia y tomar decisiones para  reducir sus consecuencias: es una fábula de  Esopo.

Sí, una de las  fábulas de Esopo, el esclavo que las escribió hace 2.600 años,  y que  hoy, pasados  26 siglos, ¡se dice pronto!, están, siguen estando, en lo más profundo del ser y de la cultura de esos herederos de la cultura griega y romana que somos los europeos.

Esa fábula  que ¡es asombroso! todos conocemos y nadie, nadie en Europa, jamás olvida, es La cigarra y la hormiga.

En resumen: “En pleno verano, en un día de muchísimo calor, una cigarra pasa el tiempo, muy tranquila, debajo de un árbol, cantando, feliz y sin mover un dedo, es decir, sin trabajar nada. En esto, pasó por delante de la cigarra su vecina, una hormiga que, camino de su casa,  cargaba sobre su espalda  un grano de trigo más grande que ella; la cigarra intentó que la hormiga dejase de trabajar y se quedase con ella a cantar y bailar, pero la hormiga le dijo algo así como:  no cigarra el verano es corto y el invierno largo, tengo que trabajar, y bien harías tu si hicieses lo mismo que yo y en lugar de holgar te pusieses a trabajar. Por supuesto, la cigarra acusó a la hormiga de ser idiota, se rio mucho, se burló de ella y siguió a lo suyo, sin trabajar.

Cuando unos meses más tarde llegó el duro invierno, la cigarra, que no había trabajado y ahorrado lo suficiente durante el verano, muerta de hambre y de frio, muy desesperada, pidió ayuda a su vecina la hormiga, pero la hormiga, recordando a la cigarra la conversación del verano y cuánto se había burlado de ella, le cerró la puerta en las narices y no le dio nada”

Y ahora, con la filosofía que encierra esta fábula, ¿puede pretender el gobierno de España que, sin resistirse, no pocos europeos, muchos alemanes y  sobre todo los holandeses, esos comerciantes despiadados y asertivos que, por no gastar, dan mordiscos a las lentejas, que cuidan su dinero más que los escoceses y mucho más  que los catalanes, abran sus bolsillos para que los “anti austericidas”, socialistas y comunistas españoles o italianos  se gasten en cuatro días lo que a ellos les ha costado ahorrar años? 

Y, por otro lado, es fácil entender a esos otros europeos que, porque  conocen muy bien lo que es el comunismo, lo han vivido durante muchos lustros,  y  saben de memoria  ese resumen de Granja animal que dice  “todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros”,  no  quieren  poner su dinero para que el Marqués de Galapagar  se haga más fuerte, más poderoso y haga más grande su casa, tanto como lo era el  palacio de su correligionario rumano, el tirano Nicolae Ceaușescu.


Nota

Mientras los españoles de bien hacen y seguirán haciendo bien lo que tienen que hacer, no me cabe la menor duda, el presidente, los ministros del gobierno, sus medios de comunicación,  los miembros del PSOE que mandan ahora y los muchos aprovechados  comunistas que pululan por España, van a tratar, con mucha propaganda y mil mentiras constantemente repetidas, mientras imploran su ayuda, acusar a la Unión Europea de ser mala, muy mala, malísima, porque no les da dinero para gastar, como la cigarra, comiendo, bebiendo, bailando  y, como en Andalucía, fornicando. Pero yo, al menos yo, del Doctor Sánchez y de este gobierno, mientras no cambie mucho,  no me creo ni una sola palabra.

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