sábado, 27 de febrero de 2021

933. DE LA NUEVA NORMALIDAD 77

   

 

DE LA FELICIDAD

 

No, aunque ha hecho un día precioso, hoy no  he encaminado mis pasos a la calle Guadarrama; no he visitado a mi bella gitana y no, no puedo hablar de ninguno de los múltiples temas que otros días me han parecido importantes.

Hoy solo puedo hablar de las cosas normales, de esas que, al final, son las que realmente, como a todos los “viejos”, (haber cumplido 77 es ser “viejo”), me importan.

Primero, cada más despertar, la primera alegría: un sol radiante para iluminar el día; luego, enseguida, las buenas noticias de dos amigos muy queridos que batallan contra el cáncer y, acaso por ellos, a continuación, tratando de olvidar las tristezas, el delicioso recuento de lo mucho bueno que me rodea y tengo, a estas alturas, porque sin merecerlo, Dios, la Vida, me ha regalado.

Al mediodía, junto a mí hija Cristina y a mis dos nietas mayores, están preciosas, un paseo, entre un bullicioso y alegre gentío, por la Gran Vía de Majadahonda, hasta encontrar, casi al final de la calle, una mesa libre en una terraza, para tomar un refresco y, sobre todo, sentir amor y estar juntos hablando de lo que importa en las familias, esa mezcla tan especial de todo y de nada.

Más tarde, regresando a casa, abrazado a un ramo de mimosas, al lado de mi hija, hablando tranquilos y viendo el ir y venir de las niñas que descubren en la calle secretos que los adultos ignoramos, con el sol en el rostro y la nieve lejos, en las montañas, un instante de felicidad me ha llenado el alma.  

Pasadas las horas, lleno todavía del sabor de la mañana, otra vez atraído por la belleza de la luz, el azul del cielo, el color de los árboles, las flores que adornan las calles, sin abrigo, con mi chalina boliviana, el bastón en la mano y el sombrero de paja, he vuelto a salir de casa para, sin asombrarme, llenarme también con la misma alegría que llena de sonrisas el andar y los rostros de las personas que, más deprisa que yo, caminan por las cuidadas avenidas de Majadahonda.

Sí, al final, cuando lo piensas, son las pequeñas cosas de cada día las que, aliñadas con amor y paz, te dan ese intangible maravilloso que es la felicidad, lo que yo he tenido en este maravilloso día.

 



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