Los elementos básicos del chantaje, como casi todos sabemos, son de una parte, exigencia, amenaza y presión, y de la otra, miedo y, a veces, culpa.
Contra lo que se puede pensar, lo normal es que las personas tendamos a hacer y aceptar muchos pequeños chantajes en el día a día.
El bebe que dice: Si no me das de mamar, lloro, y lo hace hasta que se agarra al pecho de su madre.
El niño que afirma: Si no me dejar salir hasta las siete me enfado, te llamo malo y no te quiero.
La mujer que avisa: Si no me llevas al cine dormirás solo.
El jefe que anuncia: Si no terminas este trabajo mañana te quedaras sin empleo.
El padre que amenaza: Si te portas mal se lo diré a tu madre.
La otra que dice: Si no me guardas el secreto, contaré a todo el mundo que tienes una pata de palo.
En muchos de estos casos es frecuente ceder al chantaje, aún sabiendo que se esta usando amenazas y presiones para producir temor.
Resistir al chantaje es difícil, implica superar el miedo, aceptar o no la culpa, negarse a la exigencia, resistir la amenaza y superar la presión. Todo muy áspero.
A veces la persona, aunque otros lo vean muy claro desde fuera, no es consciente de estar sometida a chantaje, cree que la vida, su vida es así, y acepta la exigencia y la presión para evitar que se cumpla la amenaza.
Y, cuando cae la venda de los ojos y descubre que está siendo víctima del chantaje, como ha cedido mucho, puede soñar con que el chantajista no se enfade del todo y prefiere aplacarle para seguir sufriendo, que parece mejor que padecer las consecuencias de superar el miedo y hacer frente a la presión.
Creo que en la vida hay que tener valor y no aceptar el chantaje del bebé, la niña, el amigo, el jefe, la mujer, el alcalde o de cualquier señor.
Claro que hay personas que son muy listas, que se mienten ellas mismas y, para colmo, carecen de valor.
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