lunes, 11 de junio de 2007

71. APARIENCIAS

En Maruecos, en la carretera entre Fez y Marrakech, esta el precioso oasis de Beni Mellal y dentro de este el Hotel Ouzoud.

Una tarde de agosto, en los comienzos de los años noventa, recalamos en el hotel Pilar, Juan Ramón, mi mujer y yo.

Escapando del calor, nos instalamos en la piscina. Salvo dos personas sentadas en el extremo opuesto al nuestro, no había nadie.

El lugar era delicioso y la calma de la tarde extraordinaria.

Al poco tiempo y nada sorprendidas, Pilar y Cristina comentaron entre ellas y después con nosotros, lo peculiar de “los moros”, que podían con todo, pelo y pluma.

Nos dimos cuenta entonces, las dos personas que compartían con nosotros la piscina eran un hombre de cierta edad, muy blanco y expresivo, que de cuando en cuando ponía su mano derecha en la cabeza o en el brazo de la otra, un chico joven que, seguro no llegaba a los veinte años.

Por supuesto, aunque por estar lejos no podíamos escuchar la conversación, nuestras mujeres disfrutaron mucho y se emocionaron más, estaban seguras de estar presenciando una muy larga declaración de amor.

Pasado bastante rato, los dos hombres se pusieron de pié y para salir del recinto, se aproximaron a nosotros, ¡ qué susto!, nos saludaron con la mayor naturalidad en español, nos preguntaron de donde éramos y, sin dudarlo un momento, se sentaron con nosotros.

Pepe, el mayor, era el dueño de una empresa fabricante de pimentón en Murcia, que para asegurar la materia prima con buenos costes había comprado o alquilado muchos metros de huerta.

El joven era el novio de la hija, que estaba aprendiendo para ocuparse de la producción en Marruecos . El futuro suegro, que soñaba la boda de su niña, le estaba enseñando.

Ambos, eran encantadores, buenas gentes, con valor, ninguna pluma y empresarial osadía.

Aquella tarde aprendí algo sobre el negocio del pimentón, los costes de la producción en Murcia, Almería y en distintas zonas de Marruecos, además, me enteré de la amenaza para el sector agrícola español que se acercaba poco a poco con el desarrollo de los plásticos en Turquía.

Algunas veces, cuando recuerdo la situación, me pregunto si la magia sería mejor y mayor si los dos hombres que vimos en la piscina, se hubieran marchado, sin saludarnos, por otra oculta salida.

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