domingo, 15 de marzo de 2009

241. ABORTO, INFAMIA Y LOCURA


El aborto es, aún el natural y no provocado, una inmensa desgracia.

El aborto supone, para un niño o una niña, algo tan terrible como es el perder la vida sin haber nacido.

El aborto es, para la mujer que aborta, un puñal clavado en el alma toda la vida.

El aborto, para el padre que lo vive, es un sabor amargo que empaña los recuerdos y retuerce sin descanso, siempre, las entrañas.

El aborto, aún el natural o no provocado, es, para las familias la pérdida para siempre del hijo, el hermano o el nieto que, antes de llegar, se ha ido.

El aborto, es para la humanidad, el triste drama de perder, además de una vida, el tronchar la existencia de cientos, miles o millones de vidas.

El aborto, aún el natural, el del hijo esperado es, lo se bien, sin duda alguna, una inmensa desgracia.

Y mayor y más terrible desgracia, para la madre, para el padre, para la familia, para la sociedad entera, es el aborto provocado, el criminal asesinato de una persona indefensa a la que se quita la vida.

Por ello, cuando veo que ahora, en España, desde El Poder se trabaja para quitar obstáculos a la desgracia del aborto pienso que estamos en una sociedad enloquecida.

Cuando yo era niño y desde siempre quizá, cuando la hipocresía de la sociedad hacía del hijo nacido fuera del matrimonio una tremenda infamia y que marcase, destrozando su vida, a la mujer que lo hubiera concebido, comprendo que, en todos los pueblos de España, en la clandestinidad, eligiendo con inmenso dolor entre el futuro de dos vidas, la solidaridad femenina y el saber popular, con inmenso riesgo, cortase la vida de muchos niños.

Había que ser muy fuerte y querer mucho al niño no nacido para afrontar, toda la vida, la mujer, el niño y la familia, “marcados por la infamia”. Comprendo que el aborto, entonces, para muchas personas, fuera acaso la elección menos mala entre dos tremendas desgracias.

Hoy, sin embargo, cuando por fortuna, no existe la vieja hipocresía, cuando no es relevante para los hijos la relación que pudo haber entre sus padres, cuando es normal que haya mujeres que para tener para ellas solas su hijo busquen y encuentren quien, sin mediar amor, les deje embarazadas, cuando hay cada vez más parejas que no pueden tener hijos y han de esperar, recorriendo el mundo, años y años, para adoptar un niño, es cuando se intensifica en la sociedad la facilidad para abortar y el número de abortos.

Realmente estamos en una sociedad enloquecida.

Si estuviésemos en otra época, quizá habría ya muchas voces diciendo que Dios se puede estar cansando y que se aproximan tiempos de grandes desgracias.

Ahora, con el convencimiento optimista de que los seres humanos, por naturaleza, además de conciencia, tenemos sentido común, cuando reflexiono sobre la crisis que azota el mundo y especialmente sobre el cómo será la sociedad de la próxima generación, pienso que una de las cosas que nuestros nietos no tolerarán, aunque solo sea para tener quien les proteja en la vejez, es la locura del asesinato masivo y despiadado de sus hijos y de los hijos de sus hijos.

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