jueves, 21 de febrero de 2008

139. EMPRESA Y POLÍTICA. HAY QUIEN HACE O PIENSA TONTERIAS

De tiempo en tiempo, algún empresarios mediano y o directivo de empresa importante solicita mi opinión sobre la bondad y oportunidad de su participación en la vida política.

La respuesta es compleja y siempre comprometida, lo que esperan de mi suele ser argumentos para hacer lo que ellos saben muy bien que no deben hacer y, por ello, cada vez que tengo que responder pienso, por enésima vez, en el planteamiento general y analizo cada situación concreta, luego doy, también por enésima vez, la misma respuesta:

Tener opinión y participar en la vida política es un derecho inalienable de los ciudadanos, por tanto, todo empresario y todo directivo tiene derecho a intervenir en política, es un derecho que nadie puede conculcar.

Sin embargo, existe también el derecho, este no escrito pero muy claro para la ciudadanía, de querer ser dirigidos por personas que no hacen tonterías, lo que implica la obligación que tiene quien dirige, de ajustar sus comportamientos a las exigencias de lo que significa el sentido común de la sociedad.

Dicho de otra manera, el empresario y el directivo en su caso, tiene, como primera obligación, exigible desde cualquier perspectiva de responsabilidad social, el generar resultados, hacer crecer la empresa y, sobre todo, conseguir y fidelizar clientes que aseguren la proyección de la empresa hacia el futuro. Por otro lado, además, forma parte de la función directiva, crear y mantener equipos humanos integrados en la organización y fuertemente motivados.

El empresario y el directivo pueden tener opinión política, pero el sentido común dice que si además de tener opinión, participan en la vida pública, como miembros activos de partidos que gobiernan o ejercen de oposición, están en su derecho, pero están haciendo una tontería que no puede permitirse ninguna empresa que pretenda progresar en el largo plazo.

Si el empresario o directivo “se dedica” a la política mientras ejerce su función en la empresa, en primer lugar desatiende su trabajo, no dedica a la empresa toda su energía, a veces descarga en otros responsabilidades que no les competen y, en cualquier caso, con su comportamiento, dice a gritos que, para él la empresa no es lo más importante...salvo que se aproveche la política para conseguir contratos, perseguir a la competencia, ganar más dinero, etc, cosa que antes o después siempre paga la empresa y, como es natural, el empresario o el directivo que, por bobo, se metió en el lío.

El empresario o el directivo debe tener siempre buenas relaciones con las administraciones locales, regionales y estatales de todos los territorios en que opera la empresa y en todos aquellos otros en los que aspire a estar presente. Y eso es, salvo un milagro, absolutamente imposible si se ejercen puestos, o se ocupan posiciones, de poder político.

Los clientes, cuando compran no piensan en política, y si se les da la oportunidad de pensar en ella, suele ser para que duden sobre la oportunidad de la compra o de la no compra.

Los empleados en la empresa no suelen pensar, mientras trabajan, en la política, pero la política, como la religión, es mejor que no exista si se quiere mantener un buen nivel de relación con todos los miembros de un equipo.
Si mi jefe es, además de mi jefe, uno de los líderes del partido político al que yo, en todo mi derecho, más detesto, me parece que es poco probable que quiera contribuir a que él consiga demasiados éxitos.

Los competidores, mientras el directivo o e el empresario esté en posición de poder político van a vigilar para que no les perjudique, y, cuando el político pierda el poder, es fácil que sus competidores empresariales se encuentre con oportunidades en las que probablemente ni siquiera habían, por tan buenas, pensado

Entiendo muy bien que, desde la política, para salvaguardar la independencia y la honorabilidad de los políticos, cuando estos llegan a puestos de especial responsabilidad, existan las incompatibilidades.

Mi opinión es que desde la empresa sería, también de sentido común, establecer, dentro de los limitaciones que marca la Ley, incompatibilidades para sus directivos y contratar con todos los templos del lugar, toneladas de oraciones para que el empresario cumpla con su obligación y nunca piense en tonterías.

En resumen, creo que el empresario o el directivo que quiera “jugar activamente a la política” debe dejar a su empresa tranquila y dedicar todo su esfuerzo a ser político.




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